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En un Simca 1000

La Razón
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Para salir de la crisis económica, Bibiana Aído anda estos días subvencionando un mapa de excitación erótica del clítoris y la consellera catalana de Salud enseñando en una web sexo oral a los menores. A uno estas cosas no le escandalizan, sino que le parecen como antiguas. El intervencionismo sexual es en el fondo mojigato y reaccionario, el reverso cursi del viejo prohibicionismo siniestro. Se disfraza de progre, pero es una forma de paternalismo, de agarrarles de la manita a los jóvenes cuando saben pasar solos la calle del sexo y tantas otras. A mí es que Bibiana y Marina me parecen un par de «Sor Intrépidas» que intentan sonrojarnos con lo que a ellas las sonroja. No es que sean revolucionarias. Es que son mayores y no saben que los jóvenes van siempre por delante de nosotros. Un ejemplo de esto que digo me lo da un amigo mío que me cuenta que hace unos años, cuando su hija Marta tenía siete, la sorprendió cantando a gritos una letra del grupo musical «Los inhumanos»: «¡Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000…!». De pronto la niña se paró y le preguntó directamente: «Papá, ¿eso qué quiere decir?». Mi amigo pensó que había llegado el momento de desvelarle la verdad de la vida. Se armó de paciencia pedagógica y empezó a hablarle de parejas que se quieren y se atraen. En ese instante la cría le interrumpió: «No papá, si lo de hacer el amor ya sé lo que es; lo que no sé es lo que es un Simca 1000». Yo creo que el Simca 1000 es una buena metáfora de cierto progresismo caducado.