Museo Reina Sofía

Carlota Casiraghi madrina a la fuga por Jesús Mariñas

Carlota Casiraghi, ayer, madrina de «El arte de Cartier» en el Museo Thyssen
Carlota Casiraghi, ayer, madrina de «El arte de Cartier» en el Museo Thyssenlarazon

El cazador cazado. Así es la vida. Y ocurrió ayer durante la inauguración de la exposición «El arte de Cartier», en el Museo Thyssen, cuando un fotógrafo portugués burló los controles de seguridad –incluyendo los agentes de Tita Cervera y su guardaespaldas personal– y, llamativamente ataviado de pana dorada, logró despistar a unos y otros. Hasta conformó un cuarteto en el photocall junto a Carlota de Mónaco –la invitada de honor a la presentación–, Bernard Fornas –el presidente internacional de la firma joyera– y la baronesa, que lo tuvo a su lado sin percibir el fraude durante el posado. Un momento inmortalizado por casi cien profesionales pendientes de la delgadez de la princesita monagasca, de su aristocrática manera de llevar el reloj en la muñeca derecha o del jersey de cuello en pico, que realzaba su busto.

Estuvo también presente Simoneta Gómez-Acebo, que hace de relaciones públicas en España de la prestigiosa firma francesa y que iba de más entendida que el director artístico del museo, Guillermo Solana. Éste exaltó las más de cuatrocientas piezas que reúne la colección, algunas tan significativas como la tiara que Alfonso XIII regaló a Victoria Eugenia, por entonces loco de amor. La cedió nuestra Casa Real y, afirmaban desde el museo, «se ve por primera vez» –en verdad es usada frecuentemente por Doña Sofía, como bien recoge Fernando Rayón en su volumen sobre las joyas de nuestras reinas–. Intuí en Tita algo de sorpresa ante el discurso de su colaborador. Lo demostró al alisarse unas guedejas, gesto que dejaba entrever los diamantes que colgaban de sus orejas, un complemento ideal a la talla esmeralda de Harry Wiston, que centelleaba en su mano derecha.

«Hay otra piedra más grande conocida como "el diamante Cartier"que mi marido regaló a Denisse, otra de sus seis esposas. Ella se lo quedó y por eso hoy no está aquí», explicó risueña. También aclaró que mantiene contacto telefónico con su hijo Borja, aunque sabe por un comunicado «que Blanca no quiere verme, o eso dicen sus padres». Un suspiro de pasmo se escapó ante las veinte tiaras de casas reales que completan una excepcional exposición con diseños para todos los gustos: desde el colorista «tutti fruti» impuesto por los marajás hindúes, principales clientes durante los felices años 20, a las exigencias de Gloria Swanson, tan exhibidas en «El crepúsculo de los dioses». Nada digamos del collar de tres vueltas diamantíferas que Rainiero ofreció a Grace Kelly como regalo de compromiso –además de un solitario de 8 quilates–, o los cocodrilos tallados con 1.023 diamantes y 162 esmeraldas, encargados por María Félix. Era frecuente en aquellos tiempos –hablamos de 1975– y resultó una gargantilla única, recomprada por Cartier a la muerte de la indómita «doña», tan significativa en el cine hispano.

Vistazo al joyero con trompazo incluido –los pasillos están muy oscuros–, y repaso a tiempos de la «Belle Époque», cuando los zares camelaban al artista ofreciéndole joyas únicas. Las que ahora exhibe el Thyssen.