Crítica de libros
La Bordiú recuperó a Roberto Federicci por Jesús Mariñas
El bautismo romano de los gemelos bisnietos de Carmen Franco da para mucho. Uno de los aspectos más comentados del acontecimiento italiano fue la indumentaria de Carmen Martínez-Bordiú, que últimamente parece tan acosada como lo fue Moscardó en el Alcázar de Toledo. No se había visto nada igual, la tachan hasta de irrespetuosa. No entiende que, ante los calores romanos, se opta por ir ligerita pero solemne y no con un traje de tul bordado sin manga, como se indicaba antiguamente en las entradas de las iglesias. Carmen lo superó, está por encima de las reglas. A fin de cuentas, con un pie en la sesentena, está rebosante de lozanía. Si «poco modesto» resultó su cómodo traje, peor eran los enormes y cursis botines con flecos que la hicieron sudar. El traje no era adecuado en una abuela a punto de bautizar a sus nietos. ¡Qué diferencia con la casi pacatería con manga larga de Mariola o la similar de la madrina Merry! Ya no digamos con el refinamiento de Carmen Franco, intemporal y muy señora en rojo, la exactitud chic de Amparo Alecuas y los volantes de Marta, la nueva pareja apaciguadora de Jaime Martínez-Bordiú, cuya recuperación y buenas intenciones se acusan en el volumen físico ganado. Ya no tiene aquella cara exangüe y descarnada. Hasta Cyntia, mostradora de juveniles y robustos brazos, se puso una rebequita para entrar al barroco templo. Revisando las fotografías del bautizo impacta ver el estado físico de la abuela de Luis Alfonso, Emanuela Dampierre. Al acto religioso también acudió Roberto Federicci. El que durante ocho años fue antecesor de José Campos, fue muy criticado por ponerse en primera fila del posado mientras Carmen estaba en la segunda. No se perdió la invitación porque, a fin de cuentas, casi crió a Luis Alfonso junto con su abuela Carmen. Dio tanto que hablar como la ausencia del señor Vargas. También hubo algunos que censuraron con severidad la actitud de Carmen ante sus problemas con María de Mora o Patricia Arreyes, que aseguran haber tenido más que palabras con José Campos.
Otra que volverá a admirar el Vaticano será Paloma Gómez-Borrero, ya plenamente recuperada de su operación de casi ocho horas. «Si me pilla en un viaje, no lo cuento. Pero estaba cerca el doctor Limones», me cuenta desde la Universitaria de Getafe, desgranando peripecias y urgencias de esta intervención que le quitó 23 centímetros de colon. «Juan Pablo II aún tendrá que esperarte», le dice su pareja, Alberto, que no se separa de ella durante la convalecencia.
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