Irak
El agresivo expansionismo iraní
La noticia que recogen los medios de comunicación internacionales hoy es que el régimen iraní ha sido determinante, una vez más, en la vida política iraquí. Su mano ha estado detrás, según todos los indicios, de los acuerdos y pactos políticos para la formación de Gobierno. Conviene recordar que no siempre ha tenido éxito, pues no sólo los suníes, árabes y kurdos desconfían del régimen extremista iraní; es también el caso de muchos chiíes moderados que quieren que su país sea independiente y soberano.
Muy pocos se han tomado la molestia de investigar la obsesión expansiva del régimen iraní en la región, del que su desafío nuclear es sólo uno de los instrumentos, por importante que sea. El régimen extremista, hoy dominado por los más duros de entre los duros, verdadero paladín de países paria en la escena internacional, empezó a inundar Irak con sus agentes, guardias revolucionarios, espías y activistas a finales de los años 90, redoblando sus esfuerzos de penetración a partir de 2001.
Los cálculos son difíciles de hacer, pero en el sur de Irak los agentes y agitadores iraníes se contaban por miles. El implacable Ministerio de Inteligencia de los ayatolás no escatimó esfuerzos para conquistar por la infiltración lo que no pudo por las armas en la primera y más sangrienta guerra del Golfo, la que enfrentó a dos dictaduras que casi se agotan en su lucha, todo sea dicho, desigual a favor de los iraníes por tamaño y población. En enero de 2001 los servicios de seguridad iraníes detuvieron en una de sus fronteras del norte del país al sanguinario terrorista ya muerto, Abu Musab al Zarqawi, que llegó a ser el «emir» principal de Al Qaida en Irak. Estuvo detenido en las instalaciones del temible Ministerio de Inteligencia hasta mayo de ese año, en que fue puesto en libertad, permitiéndose su entrada en el sur de Irak.
Estamos hablando de casi dos años antes de la intervención militar estadounidense en Irak.
Desde luego, el régimen iraní estaba forjando una sanguinaria alianza contranatura con el máximo exponente del terrorismo yihadista, que es extremadamente anti chií, con un propósito: desestabilizar, crear el más absoluto caos, para después dominar. Hoy están intentando recoger sus sangrientos frutos.
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