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Smog contra la salud por José Antonio VERA
La calidad del aire que respiramos en algunas ciudades es ya de por sí bastante mala en general, pero cuando durante meses deja de llover, los efectos perversos se hacen más que visibles. Aunque en los últimos días ha llovido, el smog (esa boina gris de niebla y humo que generan las industrias y los vehículos) se ha hecho visible este invierno a diario al acercarnos a Madrid y otras grandes ciudades. Se trata de una nube negra, gris o marrón que envuelve a los edificios y hace que muchas personas tengan problemas de respiración o picores oculares cuando es muy acusado debido a las condiciones térmicas o a la falta de lluvia. Pero no es un problema menor. El smog, formado por partículas finas y ozono troposférico, supone una importante amenaza para la salud. Un estudio de la Universidad de Washington ponía de manifiesto que la polución urbana incide más en la mortalidad por trastornos cardiovasculares como infartos agudos o ictus que por afecciones neumológicas. También se ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer de mama y con una tasa más alta de mutaciones genéticas en el esperma. Además, provoca inflamación pulmonar y aumenta los problemas respiratorios de las personas que padecen asma alérgica.
En las muestras de aire urbano que se toman con cierta regularidad para analizar la calidad de vida en las ciudades es habitual encontrar exceso de anhídrido sulfuroso y partículas en suspensión, así como plomo, metales pesados, dióxido de nitrógeno, clorofluorocarbonos, dióxido de azufre, hidrocarburos y, por supuesto, dióxido y monóxido de carbono. Este último lo sueltan en abundancia las chimeneas de las fábricas, los carburantes, el humo del tabaco y los tubos de escape. El monóxido de carbono es uno de los principales agresores de la salud de entre los contaminantes del aire que respiramos. Puede causar desórdenes respiratorios de todo tipo, irritabilidad, dolores de cabeza, enfermedades cardíacas y, por supuesto, cáncer. Produce un polvo contaminante que está en suspensión en el aire y que con frecuencia nos tragamos. Es un polvo que ensucia las calles, los árboles, las plantas, los edificios de las viviendas en donde dormimos, cuyas fachadas están habitualmente teñidas de gris por la acumulación de gases y humos. Ese polvo contiene todo tipo de venenos industriales, en ocasiones llega a depositarse sobre los alimentos que compramos en los mercados, en las frutas y hortalizas que crecieron en tierras contaminadas al borde de carreteras saturadas de tráfico o cerca de autopistas muy transitadas y contaminadas.
Pero hay muchos más contaminantes. Los óxidos de nitrógeno generan efecto invernadero, destruyen el ozono estratosférico (el bueno), acidifican el aire y forman ozono troposférico (el malo), por lo que contribuyen al cambio climático, crean riesgos para la salud asociados a la radiación ultravioleta, enfermedades respiratorias. Son con frecuencia responsables de muchos de los trastornos respiratorios, picores, irritaciones y molestias en los ojos y la garganta que sufrimos con frecuencia en estos días.
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