El juzgador juzgado

Aunque el principal sospechoso es Ruperto, prometido de la protagonista, el verdadero culpable no es otro que el propio magistrado. Bajo el disfraz de una comedia costumbrista, esta representación critica la corrupción de la justicia, la prevaricación y el abuso de poder. Ernesto Caballero, adaptador y director de la obra, ha ideado un imaginario fin de fiesta en un acto institucional de la Judicatura llevado a cabo por algunos de nuestros mediáticos jueces estrella, fácilmente reconocibles aquí. Una sucesión de situaciones cómicas en las que la figura de los magistrados aparece ridiculizada y desprovista de su imagen seria que de ellos tiene la sociedad. Imágenes que, por otro lado, no distan mucho de las que un día retrató el dramaturgo alemán en 1806.

En realidad, convierte la farsa original en una pieza de metateatro, es decir, teatro dentro de teatro. Hace de los magistrados improvisados actores que interpretan en el transcurso de un acto judicial. Entre ellos surgen las rencillas, los enfrentamientos ideológicos, las ataduras con el poder, las prevaricaciones, las acusaciones mutuas, los viejos rencores, los recelos, las deudas de una Justicia subordinada al poder político... Actualidad de hoy más que de ayer. Un espejo en el que, en tono de comedia, subyace una sátira mordaz sobre algunos estamentos de la Judicatura que, a su vez, es sometida aquí a juicio.

Juego simbólico
Su obra es un reestreno en Madrid que la compañía El Cruce pone en escena después de su debut en los Teatros del Canal y de una larga gira por toda España que terminó en el mes de mayo con el mismo reparto. Está protagonizada por Santiago Ramos, Juan Carlos Talavera, Silvia Espigado, Karina Garantivá, Jorge Mayor, Jorge Martín, Paco Torres y Rosa Savioni. Actores todos de un amplio currículum y de una bis cómica contrastada. Un juego que traza un puente simbólico entre dos épocas distintas, que contiene continuas lecturas sobre nuestra realidad más cercana y que pretende despertar la hilaridad y la sorpresa.