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Escritores
Cafeína por Fernando Sánchez-Dragó
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¿Tengo algún secreto? Eso me preguntan muchos lectores aludiendo, por una parte, a mi avanzada edad y, por otra, a la profusa y, a veces, difusa actividad que despliego en no pocos frentes profesionales o vocacionales, consanguíneos todos, y en horizontes geográficos muy distintos y distantes entre sí.
Sí, claro, tengo mil secretos –los que poco a poco voy revelando aquí–, aunque de nada me servirían si no contara con el respaldo de una sólida estructura genética.
-Ya, ya, Dragó, pero déjese de vaguedades, porque una cosa es la salud y otra su energía de rabo lagartijero. Seguro que todas las mañanas se atiza usted algún estimulante…
-¡Vaya, hombre! Me ha pillado. Pues sí, le confieso que nada más despertarme tomo doscientos gramos de cafeína y alrededor de una hora después ya circulo por las curvas a toda mecha.
-¿Cafeína? ¡Querrá usted decir café!
-Pues no… Donde digo digo no digo Diego. Tomo cafeína made in USA, porque la que venden en España, en vez de espabilarme, me aturde.
-¿Y eso no es malo?
-Cuando me operaron de las coronarias pregunté al cardiólogo lo que usted acaba de preguntarme y me dijo: Mira, Fernando, nadie ha conseguido demostrar nunca que la cafeína tenga efectos nocivos. Cierto es que a algunas personas les sube la tensión o les provoca taquicardia, pero… Le interrumpí. No era ni es mi caso. Efecto paradójico. Diría, incluso, que me baja la primera y no dispara la segunda. Acabo, una vez más, de comprobarlo. Son las 11 de la mañana. A las 8 tomé una pastilla de Nodoz –es mi marca preferida. La venden en todos los «drugstores» de Estados Unidos– y tengo en este preciso instante 123/70 de tensión y 62 pulsaciones. Verdad es que acabo de acariciar la barriga de uno de mis cinco gatos, tendido junto al ordenador, y eso ayuda…Ya hablé aquí, en otra ocasión de ese milagro felino.
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