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Una casa española para Munch

El estudio del arquitecto Juan Herreros proyecta en Oslo el museo del emblemático pintor y un nuevo barrio

Uno de los bocetos que muestran cómo quedará la bahía de Oslo
Uno de los bocetos que muestran cómo quedará la bahía de Oslolarazon

Enseña los planos como una coreografía mil veces puesta en escena, de tan pulida que sale de memoria. Ya son dos años mareando dibujos, convenciendo a políticos, asociaciones vecinales y todos los ámbitos de la administración pública noruega, desde que el estudio del arquitecto Juan Herreros ganase el concurso internacional para construir en Oslo el Museo Munch, frente a proyectos de otras estrellas de la talla de Tadeo Ando o Zaha Hadid. Queda muy poco, apenas unas semanas para que comiencen las obras, pero ya nadie duda de que el museo se construirá.

El concurso tuvo un excepcional aparato mediático y tremendo rigor. «Y ganarlo no fue suficiente para asegurar que tu proyecto saldrá adelante. En el sur de Europa, se supone que lo que deciden los expertos está bien, y se hace sin cuestionarse, y luego la gente asume el éxito. En los países nórdicos, no. Exige un enorme trabajo de comunicación y explicación de la conveniencia del museo», cuenta.

Como muestra, la Ópera de Oslo (diseñada por el estudio noruego Snøhetta), de la que hablan con orgullo los ciudadanos, tardó 12 años en acabarse desde el momento en que se falló el concurso. «Estuvo rodeado de una enorme polémica, y el día que se abrió, nadie dijo una mala palabra». ¿No estará exagerando? «Hemos discutido cada habitación hasta límites desesperantes con comités de usuarios. Hemos viajado por los muesos del mundo para ver cómo funcionan las cosas en los mejores sitios, a veces sin ver un solo cuadro», dice el arquitecto resoplando una sonrisa. Pero, por fin, hablemos del edificio. «Tiene tres características. La primera es una exploración sobre la tipología del museo. No se puede repetir insistentemente los modelos. De ahí su apariencia vertical», cuenta. Hay otros así, en Nueva York y en Amberes, y la intención es doble: «Que se recoja en planta y libere espacio público y al mismo tiempo se convierta en una postal reconocible para la ciudad».

Fachada transparente
Será el contrapunto para la Ópera, que ocupa más espacio en planta y permite que se camine por su cubierta como si fuera una plaza. El museo Munch liberará una plaza también, en su fachada. Herreros: «La segunda característica es que sea urbano, y para ello se divide en dos verticalmente. La parte trasera se dedica a las salas de exposición y la delantera permite que los visitantes accedan como si fuera un mirador y, a través de la fachada transparente, al subir, vayan descubriendo en alturas los anillos del plano de la ciudad de Oslo. A menor altura se divisa la ciudad histórica, de los vikingos», cuenta el arquitecto. Y la última característica: «Proporcionar experiencias a los visitantes». En una latitud en la que medio año la noche se hace eterna, el museo se alzará como una linterna frente a la bahía. Muchos se acercarán al nuevo espacio, y se podrá acceder porque cada sala de exposiciones se cierra como una cámara acorazada y permite entrar más tarde. «Ha habido obsesión con la seguridad –añade–. Eso crea un deseo de la gente de tener el edificio y es muy importante en un tiempo en el que casi es más fácil decir que no se haga nada».