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Los segundos serán los primeros por Manuel Calderón
Llegar a la Alcaldía sin haber encabezado la lista añade una dificultad suplementaria al mandato: tiene que demostrar, por si hubiese dudas, una valía superior. En el caso de Ana Botella, además, casi tiene que convencernos de que se merece el cariño de su marido José María Aznar, ex presidente del Gobierno. Una exageración con muchas excepciones. Sin ir más lejos, en Barcelona, desde que dejó la Alcaldía Narcis Serra en un lejano 1982, tres socialistas han sido alcaldes, pasándose el testigo uno detrás de otro sin acudir a las urnas: Maragall, Clos y Hereu. En Madrid, es la primera vez que sucede sin mediar ningún accidente luctuoso (por ejemplo, Juan Barranco consiguió el bastón de mando tras la muerte de Tierno Galván), lo que no debería ser anormal tratándose de la capital política, pues se debería entender que quien ha gobernado la ciudad puede acumular un gran capital político en tiempos en que escasea. Por lo tanto, quien piense que a Ana Botella le han regalado el puesto se equivoca. Hacerse cargo de la hacienda pública de Madrid forja carácter. Nos acordaremos de ella si sale de ésta. Las ciudades con energía y mucha vida acaban dando forma a sus dirigentes políticos, y no al revés. Así que lo normal es que Ana Botella acabe siendo la alcaldesa de Madrid, de unos y de otros, hecha a su imagen y semejanza.
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