Historia

Estados Unidos

Del Edén a Bilderberg pasando por Lautaro por César VIDAL

La Razón
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Los hay que afirman que el primer Gobierno secreto fue el formado por Satanás con sus ángeles caídos. Disfrazado de serpiente su cabeza, lo primero que logró fue sacar del Edén a los primeros humanos y desarreglar el mundo de manera, hasta ahora, permanente. A decir verdad, no encontramos algo parecido hasta el s. VI a. de C., cuando Pitágoras de Samos, el filósofo del teorema, logró convencer a sus discípulos para que fueran ocupando de manera secreta los gobiernos de algunas polis griegas.

Lo consiguieron por breve tiempo, porque los ciudadanos acabaron descubriendo todo y el mismo Pitágoras pagó con la vida su peregrino proyecto. No sorprende que los emperadores romanos se ocuparan de que no existieran sociedades secretas que pudieran conspirar contra ellos a veces mediante el curioso expediente de convertirlas en organizaciones subvencionadas. Ni los templarios –auténticos banqueros de su época disueltos por la Santa Sede– ni los gremios medievales fueron sociedades secretas a pesar de lo que afirman las leyendas.

Hubo que esperar hasta la fundación de la masonería a finales del s. XVIII para que existiera una verdadera sociedad secreta empeñada en gobernar desde la sombra. En más de dos siglos de existencia, los Hijos de la viuda han hundido reinos e imperios, pero luego siempre han demostrado una deplorable incapacidad para levantar algo que mereciera la pena. Bolívar y San Martín, Aguinaldo y Martí pudieron derribar junto a otros padres de las repúblicas hispanoamericanas el imperio español, pero dejaron servido un desaguisado que todavía provoca las pesadillas de millones de personas. No sorprende que uno de los últimos actos de gobierno de Bolívar, antiguo miembro de la logia Lautaro, fuera prohibir la masonería y las sociedades secretas.

Le costó un atentado que a punto estuvo de costarle la vida y que le llevó a retirarse prudentemente. A finales del s. XIX e inicios del s. XX, los masones lograron imponer en Francia una batería de medidas laicistas que pretendían borrar a los creyentes de la faz de la tierra y que fueron copiadas con entusiasmo por los que proclamaron la Segunda República en España en 1931. Sabido es cómo terminó el experimento. Durante la posguerra, la masonería, fuertemente incrustada en la Internacional Socialista, logró crear un sistema neo-colonial en el área de la «francophonie», pero no era rival para una URSS pujante ni tampoco tenía posibilidad de controlar Estados Unidos.

A lo sumo, podía ayudar a Mitterrand a ser presidente o a Felipe González a mantenerse encaramado en la cima del PSOE. A mediados de los setenta, la Logia P-2 estuvo a punto de apoderarse de Italia. Sin embargo, lo que se desencadenó fue un escándalo que afectó a la Banca Vaticana, que metió en prisión a docenas de políticos de todos los colores y que abrió, siquiera indirectamente, el camino a Berlusconi, por cierto, antiguo iniciado de la P-2… En paralelo, se han ido multiplicando las referencias a distintas instancias que, supuestamente, no serían tan patosas como los masones y que sí controlarían el mundo. Si hace 30 años las referencias obligadas eran a la Trilateral –que tenía una visión ideológica más o menos perfilada– hoy se habla del Club Bilderberg.

No se puede negar que merece la pena escuchar lo que se dice en sus reuniones; que los invitados suelen ser gente notable –con excepción del presidente del Gobierno de la nación que acoge la reunión, que siempre es invitado y puede ser tonto perdido– y que los temas abordados son de actualidad. Ir más allá no pasa de ser un ejercicio de imaginación y es que si verdaderamente existe un Gobierno secreto del planeta siga siendo el mismo que logró arrojar a la primera pareja del Edén.