Europa

Brooklyn

Sin tregua

Aunque el campamento «Ocupa Wall Street» fue desmantelado el martes del Parque Zuccotti, los «indignados» volvieron ayer a la carga para celebrar el segundo mes de activismo del movimiento.

LONDRES Los «indignados» retaron a la autoridad y se mantienen en el campamento frente a la Catedral de San Pablo pese a la orden de levantarlo.
LONDRES Los «indignados» retaron a la autoridad y se mantienen en el campamento frente a la Catedral de San Pablo pese a la orden de levantarlo.larazon

NUEVA YORK, ROMA, LONDRES- Su objetivo era evitar que la Bolsa de Nueva York abriese ayer. Pero fracasaron. A las siete de la mañana, barricadas de metal impidieron el acceso a la calle Wall y la calle Broad, donde se encuentra la Bolsa. Los corredores, los agentes y otros empleados tuvieron que enseñar su identificación para entrar en los edificios y las entidades financieras. Tras el conato de boicot a la apertura de Wall Street, cientos de manifestantes regresaron a Zucotti. En un comunicado, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, advirtió de que «Zuccotti estará abierto a todas las personas que quieran disfrutar del parque, pero siempre y cuando respeten las reglas».

Un directivo de ICAP, una compañía financiera que opera en treinta y dos países, exclamó que «no vamos a sucumbir a un puñado de críos que no tienen mensaje». Sin embargo, Peter Cohen, antropólogo de 47 años, se unió ayer a la protesta. «Tengo trabajo, pero estoy cansado de que este movimiento se haya identificado con una causa de ‘hippies'. Yo no busco dinero, no necesito empleo, tampoco soy un activista profesional», reivindicó.

Anoche, la Policía había llevado a cabo 177 detenciones. Según el portavoz del Departamento de Policía de Nueva York, Martin Speechley, «la mayoría ha sido por alteración del orden». Uno de los representantes de «Ocupa Wall Street», Mark Bray, advirtió de que tomarían Foley Square, donde sí tenían permiso para permanecer, tras el cierre de la jornada. Y después cruzarían el puente de Brooklyn.

También hubo ayer manifestaciones en otras grandes ciudades como Los Ángeles o Portland. Sin un mensaje claro, los autodenominados «99%» –en referencia a un ensayo del premio Nobel Joseph Stiglitz sobre que el «1%» de los estadounidenses acapara el 40% de la riqueza del país–, han conseguido articular el descontento general en la sociedad estadounidense por la crisis financiera.

Las protestas sociales no se limitaron a EE UU, sino que también se sucedieron en otros puntos calientes de Europa. En Italia los estudiantes y los sindicatos no quisieron esperar a los recortes que promete el nuevo primer ministro, Mario Monti, y organizaron la primera jornada de huelga. A buen seguro que no será la única. «No nos fiamos» y «Contra Monti y los bancos» eran algunos de los lemas de las pancartas que portaban los manifestantes de Roma, Nápoles, Milán o Turín, entre las sesenta ciudades italianas en las que hubo protestas.

Los choques más duros entre los jóvenes y la Policía se registraron en el norte del país, sobre todo en Milán y Turín. En la capital piamontesa hubo cuatro arrestados y nueve agentes heridos debido al lanzamiento de piedras y otros objetos por parte de los manifestantes. A la protesta contra Monti, Roma sumó la huelga de transportes públicos que ayer convocaron los sindicatos, lo que provocó el caos circulatorio, pues los autobuses, trenes y tranvías funcionaban a cuentagotas.

En Grecia, unas 50.000 personas aprovecharon una marcha con la que se conmemora el levantamiento estudiantil de 1973 para protestar contra las medidas de austeridad. La Policía, que empleó gas lacrimógeno para dispersar a algunos grupos, detuvo a decenas de personas en Atenas.

Las miles de personas marcharon con tambores y al grito de «UE y FMI fuera», en la primera prueba para el nuevo Gobierno de unidad de Lucas Papademos, que deberá aplicar las duras medidas económicas contempladas en el rescate financiero.

En Londres, los «indignados» de San Pablo se negaron ayer a desmantelar el campamento a pesar de que venció a las 18:00 horas el ultimátum de las autoridades municipales. La cerrazón anticapitalista redundará en una batalla judicial que podría durar meses. La capital británica será así el último «edén indignado».