Pakistán
La ineficacia del Gobierno da alas a los islamistas
La ineficacia del Gobierno paquistaní para afrontar la crisis humanitaria causada por las peores inundaciones de la historia del país es un síntoma de la enfermedad crónica que arrastra el sistema político, heredado de los regímenes militares.
Mientras las autoridades se quedaron esperando sentadas a recibir las millonarias ayudas –cifradas en 800 millones de dólares– prometidas por la comunidad internacional, y a que llegasen los equipos de emergencia de Naciones Unidas, los grupos radicales islámicos actuaron con celeridad y se pusieron al servicio de los afectados, alimentando la animadversión hacia el presidente Asif Zardari y su impopular Gobierno.
Con total indiferencia, el mandatario paquistaní, en lugar de cancelar su visita oficial a Europa, se marchó nueve días de gira, abandonando a su suerte a un país anegado por las aguas. Tras su vuelta, el pasado día 10, Zardari recibió un aluvión de aceradas críticas por su ausencia ante la peor catástrofe natural, que ha causado al menos 1.600 muertos y 20 millones de damnificados.
Las asociaciones de caridad religiosas están compitiendo con las organizaciones humanitarias para cubrir el vacío dejado por la mala gestión de las autoridades ante la crisis.
Jamaat-ud-Dawa, una organización islamista de línea dura bajo el paraguas del grupo terrorista Lashkar-e-Taiba, acusado de los atentados de Bombay de 2008, ha empleado a 2.000 voluntarios para asistir a las víctimas de las inundaciones en el noreste del país y en la provincia del Punjab. «Si el Gobierno hiciera su trabajo no haría falta la ayuda de los movimientos islámicos. Ellos han sabido aprovechar la situación y están ganando popularidad en las zonas afectadas», explicó a LA RAZÓN una fuente del ISI, los servicios secretos paquistaníes.
En Nowshera Kalam, una de las localidades más afectadas por las lluvias torrenciales en la provincia de Khiber Pastunja, sus vecinos se quejan de que la ayuda del Gobierno ha sido casi inexistente. «Nos están ayudando los buenos musulmanes, el Gobierno nos ha abandonado, y el Ejército vino el primer día, instaló un tanque de agua potable y distribuyó comida entre la gente, pero nada más», se quejó un aldeano. La organización «Ummah Welfare Trust», fundada por un clérigo musulmán afincado en Reino Unido, atiende a 10.000 afectados de Nowshera, repartiendo alimentos y medicinas. Para ello, los voluntarios han habilitado un instituto de secundaria, en cuyas aulas viven miles de almas.
En Sharzada, al noreste de Pakistán, las familias que se habían quedado incomunicadas por las inundaciones fueron rescatadas por los voluntarios de Jamaat ud Dawa. La desesperación de millones de afectados que no han recibido ayuda alguna y la indignación de la población por la subida de los precios de los alimentos están acabando con el poco apoyo al Gobierno. El Ejército también está aprovechado la brecha que se ha abierto entre la sociedad y el impopular presidente paquistaní para hacerse más fuerte.
Las fuerzas paquistaníes han desplegado a unos 60.000 efectivos por todo el país y su gestión de la crisis está siendo más popular al menos que la de Islamabad. A la tragedia se suma la lenta respuesta internacional, que se debe en parte a la corrupción y al temor de que la ayuda pueda caer en manos de los talibanes.
La lluvia amenaza la provincia sureña de Sindh y áreas urbanas
A pesar de que las fuertes lluvias monzónicas le han dado un respiro a este Pakistán bajo el agua, el 30 por ciento del país ha quedado anegado y las inundaciones siguen avanzando hacia nuevas áreas del sur paquistaní.
En las pasadas 24 horas, las aguas han cubierto cuatro distritos, incluidas áreas urbanas, en la provincia sureña de Sindh, y han forzado el desplazamiento de unas 200.000 personas.
Unos ocho millones de paquistaníes necesitan urgentemente alimentos y medicinas, pero la destrucción de puentes y carreteras en algunas de las zonas afectadas imposibilita la llegada de ayuda.
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