Casa Real
Más allá de una felicitación Real por Jesús Mariñas
Tratan de encontrar lo que no hay en las felicitaciones navideñas de la Familia Real. Son lo que se ve. Esta vez optaron por la solemnidad dinástica en vez del habitual posado de familia, después del fiasco de hace tres años para el que la Reina confeccionó un puzzle gracias al photoshop.
Mientras la Infanta Cristina deja la vivacidad rubia de sus cuatro hijos y Doña Letizia a las dos infantitas que retrató Don Felipe –el heredero tiene la misma afición fotográfica que su padre–, Doña Elena, más personal, nos ofrece un momento más espiritual. Las interpretaciones no son necesarias porque verla con sus hijos Froilán y Victoria delante del Obradoiro recuerda que fueron peregrinos. Llega al corazón como el gesto de-senfadado y algo incómodo de los niños Urdangarín, que aparecen algo forzados.
Muchos entienden que los monarcas mantienen la costumbre de no ponerse delante de una cámara para quitar rigurosidad a sus buenos deseos navideños. Lejos quedan aquellos tarjetones ceremoniosos, ataviados con el aire solemne de la reina de Inglaterra. Realzaban tanto la majestuosidad como la imagen nocturna del Palacio Real donde quizá se atisbe, no sin cierta intencionalidad, un claro telegrama que comunica la perennidad de nuestra monarquía. Me parece que es un mensaje que subraya más la continuidad dinástica. De ahí, el aumento de las apariciones de los Príncipes. La semana pasada acudieron a seis actos, mientras la Infanta Elena fue a uno, la Reina a cuatro y tan sólo a una acudieron los dos monarcas.
Además de las felicitaciones hace poco se han publicado dos libros que realzan la cercanía de nuestra Familia Real: uno bastante discutible sobre la condesa de Barcelona, que el jueves celebraría su centenario, y la monumental biografía de casi mil páginas que la historiadora Isabel Bardiel dedica a la figura de Isabel II. Es una descripción magnífica de la época. Su lectura muestra lo poco que hemos cambiado en estos años. Seguimos siendo igual de ambiciosos y trepas.
Quizá echo de menos un poco de profundidad humana de aquella soberana constitucionalista que inspiró algunos dibujos pornográficos de los hermanos Bécquer. En la obra descubro los tejemanejes de María Cristina, la pasmosa adaptabilidad de Espartero y O'Donell, o como el favorito Arana conseguía favores con una mirada lánguida a su Majestad.
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