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CRÍTICA DE CINE / «Pina 3D»: Danzad danzad benditos

Dirección y guión: Wim Wenders. Intérpretes: Regina Advento, Malou Airaudo, Ruth Amarante, Pina Bausch. Alemania–Francia–Gran Bretaña, 2011. Duración: 106 minutos. Documental.

La Razón
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Gran publicista de sí mismo, Wim Wenders afirma haber descubierto la cuadratura del círculo: el 3D puede potenciar la profundidad del espacio fílmico en el documental, convirtiendo un género que siempre se ha debatido entre lo objetivo y lo subjetivo en una experiencia inmersiva para el espectador. Se trata, pues, de romper la cuarta pared, de rasgar el velo que separa el cuerpo del espectador del cuerpo del bailarín. La brutal fisicidad de las coreografías de Bausch, tan preocupadas (ver su mítico «Café Müller»: nunca una silla caída ha comunicado mejor la angustia del cuerpo) por la relación del cuerpo con el paisaje en la más clásica tradición romántica, cala hondo. Confrontando la obra de Bausch con la majestuosidad del Tanztheater Wuppertal y de los imponentes escenarios naturales, Wenders ha conseguido que su fascinación por las nuevas tecnologías cuaje en un filme hermoso, aunque en este ambicioso trabajo manierista parece haberse olvidado de Pina. Las confesiones de sus bailarines y colaboradores elevan a la coreógrafa al estatuto de diosa, pero el retrato –disperso e impaciente– la condena a una epidérmica zona de sombra: acabamos sabiendo más del mito Bausch que de la persona y/o creadora. En ese sentido, «Pina 3D» es pura contradicción: una hagiografía que desprecia la estructura del relato biográfico, una canonización que no indaga más allá de la monumentalidad del objeto de estudio.