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Gran hermano gigante por Marta Robles

La Razón La Razón

Una mira hacia el cielo con romanticismo y cuenta nueve estrellas como cuando era niña para, según la leyenda, asegurarse el cariño de quienes le aman y, de repente…, ¿qué es aquello? ¿Tal vez una estrella fugaz de las que convierten en realidad los deseos?
¿Quizás un banco de neutrinos viajando a mayor velocidad que la de la propia luz? No. Seamos realistas y prácticos: eso que se ve surcando los cielos tiene poco de astro mágico y no es más que un trozo de chatarra espacial. Lo cierto es que es muy posible que las más de seis mil toneladas de desechos tecnológicos que flotan en el cosmos no sean visibles a nuestros ojos, pero ahí están y parece que van a aumentar en muy poco tiempo.

EE UU tiene una constelación de treinta satélites alrededor de nuestro planeta, Europa ha mandado dos, pero quiere llegar al mismo número; Rusia cuenta veintiuno en su haber y los chinos quieren alcanzar los doce.

¿Qué pretenden los poderosos del globo con tanto aparatito de observación a su alrededor? ¿Tal vez desean descubrir y conquistar nuevas parcelas del universo? Pues más allá de todo eso, al parecer es una cuestión de estrategia. Debe ser que, cuantos más ojos miren el mundo, mejor se puede explicar éste, y supongo yo que también controlar y explotar. La realidad es que, como sólo los científicos saben con certeza –y no del todo– que es lo que «ven» todos y cada uno de esos artilugios, una tiene la impresión de que anda viviendo en un gran hermano gigante y de que llegará ese momento en el que la intimidad no sea más que una pura entelequia.
 

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