Ciclismo

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Sin ídolos por Julián García Candau

La Razón
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El Tour, como todos los grandes deportes, necesita ídolos a los que seguir. Sin grandes figuras en liza el espectáculo pierde enteros. La televisión no tiene seguimiento masivo y los periódicos no conceden la trascendencia de otras ocasiones. Sin Alberto Contador peleándose por el triunfo, el Tour no posee el interés de antaño. Sin los lesionados y retirados, capacitados para dar tardes de entusiasmo, este año ya se puede dedicar algún tiempo a la siesta. En los mejores años, había gentes que se reunían bocadillo en mano frente al televisor para no perderse los minutos más emotivos de las grandes etapas pirenaicas y alpinas.

Tengo la impresión de que muchos aficionados miran de costadillo los asuntos del dopaje. Parece que es perdonable que tomen chupitos de lo que sea con tal de ver tirones cuesta arriba. No es cosa de potenciar tal vergüenza y por tanto hay que conformarse con la cruda realidad.

Hoy tenemos en pantalla Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourdre. La gran batalla pirenaica. El día en que siempre esperábamos al ciclista genio que se tomaba un helado en lo alto del Tourmalet –felicidades a Federico que acaba de cumplir años– o al guerrero que se lanzaba al ataque para hacernos creer que, si no ganábamos el Tour, sí éramos reyes de la montaña, premio de consolación que exaltábamos como virtud de la raza. Ahora, que estábamos habituados a vestir el amarillo, las cumbres no nos bastan. Y nos faltan los Bahamontes, Ocaña, Perico, Indurain, Contador, Pereiro, Sastre y todos cuantos nos ilusionaban.

Posdata. Según un ex ciclista y ex director, a quien no quiero pasar por alto, los ciclistas no corren sólo con platos de macarrones.