Historia

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Me niego a despedirme por Tomás Gómez

La Razón
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Ha llegado el momento de despedirme de don Gregorio, pero me niego a hacerlo. No podemos despedirnos de un referente moral, ético y político como él, más en estos tiempos en que tan faltos andamos de ellos. No podemos despedirnos de un ejemplo de humanidad que hizo de la lucha por construir un país del que sentirse orgulloso su único objetivo, sin esperar a cambio otra cosa que la satisfacción de alcanzarlo. Tendrá su lugar en la historia como Padre de la Constitución, como presidente de las Cortes o por ser fundador y rector de una de las mejores universidades de España y es justo que así sea, pero para muchos de nosotros lo más importante es lo menos conocido de él.

Amigo leal, tan aficionado a la Filosofía del Derecho como a las interminables partidas de dominó en Ribadesella con su eterno amigo/adversario don Luis el notario, admirador de su padre, apasionado por su madre, de quien preparaba unas memorias escritas por ella misma y prologadas por él. Ése es el don Gregorio al que muchos echaremos de menos. Comprometido con las libertades y los Derechos Humanos, brillante intelectual y mejor profesor, indiscutible hombre de Estado y reivindicativo militante, pero, ante todo, una persona que derrochaba generosidad en el afecto y se hacia querer desde el momento en que se le conocía.

La pérdida de don Gregorio deja entre los socialistas un cierto sentimiento de orfandad. Siempre nos quedarán sus libros, sus ponencias y sus discursos, pero a partir de hoy siempre nos faltará él, sus bromas, sus consejos y su contagiosa pasión por la vida y por el trabajo bien hecho. Nos enseñó la importancia del «no» como elemento constructivo y no sólo como negación. Del «no» como ausencia de resignación o aceptación de lo injusto. Con esa lección aprendida me niego a decir adiós a don Gregorio y prefiero darle las gracias por ser tan grande hasta en lo más pequeño.

 

Tomás Gómez
Secretario general del PSM