Desarme de ETA

Quién engañó a quién

La Razón
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Las actas del Congreso no lo recogen porque la declaración se produjo en el vestíbulo y no ante el Pleno. El 29 de junio de 2006, el presidente del Gobierno anunció el comienzo del diálogo con ETA garantizando que se realizaría «con prudencia y lealtad a las instituciones». Las conversaciones, en realidad, habían comenzado seis días antes y, si el relato que hace ETA se ajusta a lo que allí pasó, no hubo por parte de los enviados gubernamentales prudencia alguna. Como escribía ayer Joseba Arregi, lo más pasmoso de cuanto se está conociendo «es la frivolidad y la ligereza puestas de manifiesto por dichos representantes». Que tengas al otro lado de la mesa a unos sinvergüenzas no justifica que te rebajes a usar su mismo tono y sus mismas simplezas. Cabe atribuir a nuestros representantes (hablaban en nombre del Estado) el deseo de hacer creer a la otra parte que, si del Gobierno dependiera, ningún etarra más sería perseguido. ¿Trató el Gobierno de engatusar a ETA con ofertas falsas? Puede ser. ¿Se mentían ambas partes mutuamente? Es probable. Pero leyendo los papeles permanece la duda de si el Gobierno le estaba mintiendo a ETA o le estaba mintiendo a la opinión pública. El 30 de diciembre de 2006, mientras los equipos de rescate aún buscaban a los dos desaparecidos en el parking de la T4, el presidente anunció que había ordenado suspender todas las iniciativas para desarrollar un diálogo con ETA. «No se cumplen los presupuestos de la resolución parlamentaria», dijo. La agencia Efe reflejó cómo, a preguntas de los periodistas, Zapatero había eludido aclarar si daba el proceso por cerrado definitivamente o sólo de manera temporal. Algunos políticos y muchos comentaristas subrayaron el verbo elegido, «suspender» y reprocharon al presidente su ambigüedad. Otros pensamos que veían fantasmas donde no los había –el diálogo con ETA estaba finiquitado– y así lo escribimos. Nos equivocamos. Menospreciamos la minusvalía visual, fruto del encoñamiento, que sufría el presidente, y su aptitud para decir en público lo contrario de lo que urdía en privado. Una semana después –seis de enero–, en conversación con periodistas en la Pascua militar, Zapatero afirma que el proceso de diálogo ha llegado «a su punto y final» (sic). Ahora leo a Aizpeolea en «El País» que el 29 de marzo se retomó el proceso y que fue el Gobierno quien intentó persuadir a ETA de que Barajas había sido un error subsanable. «No podemos presentar nada por escrito porque eso nos lleva al desastre», dijo el Gobierno, según el acta de Thierry. Todo eran palabras, de acuerdo, sin compromisos ni cheques en blanco. Pero hay un hecho: en marzo de 2006, un inspector de Policía avisó a un etarra de una operación policial en marcha. Ahí ni hay actas de parte ni versiones interesadas. Quienes creyeron tener motivos poderosos y legítimos para sabotear aquellas detenciones debieran echarle coraje, explicarlo de una vez y asumir las consecuencias que, en su caso, correspondan.