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Juan Mora: «Estaba en el olvido hablaban de mí en pasado»

Como el libro que se encuentra en el último estante de casa y se pasa la mano para quitarle el polvo. Al descubrir el título, se recuerda cuánto se disfrutó leyendo aquellas páginas. Así, fue la actuación de Juan Mora el sábado. Echar la vista atrás unos años y recuperar a un matador clásico, serio, torero de pies a la cabeza. Puerta grande, rotunda, a ley y el regusto añejo, con aroma a otro tiempo, de una tarde histórica en Las Ventas.

FOTO: Rubén Mondelo
FOTO: Rubén Mondelolarazon

–¿Cómo es el día después de cortar tres orejas en Madrid?
–Un sueño en carne y hueso. Me pasé la víspera sin dormir, preocupado por la responsabilidad de hacer algo, y ayer otra vez, pero porque lo había hecho. Toda la noche con los ojos cerrados, pero muy despierto. De vez en cuando, los abría y me decía, «¿ha sido verdad?» Me dejaron la prensa abierta encima de la mesa de la cocina para desayunar y ha sido el café más dulce de mi vida por todo lo maravilloso que han dicho de mí. Pero, salvo por teléfono, ha sido muy tranquilo, con normalidad: fui a misa –tenía que dar gracias a Dios, comí con mi familia y luego al traumatólogo.

–¿Qué tal se encuentra de la voltereta que le pegó el cuarto?

–Estoy bien, tengo un varetazo en la pierna derecha y como caí de cabeza también me hice una rozadura de la frente a la barbilla. Lo que más me molesta es la muñeca izquierda, debí apoyarla mal, por fortuna no hay fractura.

–Mire que si después de la que había liado, nos quedamos sin puerta grande…

–Sí, me toqué enseguida para ver si me había calado, porque se me venía el mundo encima. Ni yo ni nadie de los que han estado ahí apoyándome podíamos quedarnos sin vivir algo así.

–Y llegó la salida a hombros.
–Percibí mucha unanimidad, una puerta grande rotunda. Hace 16 años ya lo había hecho y sabía que siempre es así de hermoso, pero ésta la sentí más profunda. Muy emocionante porque le envolvía ese romanticismo de cuando triunfa un torero con más solera y años. ¡Qué son ya 28 años de alternativa! Entonces, parece que la gente se vuelca otra vez contigo, los de ahora y los de antes, y eso que a algunos se les había olvidado ya quién es Juan Mora, hacía tanto que no toreaba…

– ¿Se puede torear más despacio y puro al natural?
–Habrá que intentarlo, porque esto ya no vale, hay que mejorarlo (bromea). El toro también tuvo culpa porque marcaba ese temple y es un concepto que me ha inculcado siempre mi padre: «Hijo, torea despacio, ahí está el secreto». Qué privilegio y qué bonito poder hacerlo en la plaza más grande que hay. En las dos tandas al primero por la izquierda, el público crujió, porque sabe percibirlo y lo paladeó entregándose conmigo.

–Impactó mucho que en un pestañeo pasó de firmar un natural a reventar al astado con una estocada en la yema.

–Sorprende, no es muy usual. Cuando ven que estoy prácticamente rematando, se vuelve el animal y ya tengo la espada montada, les descoloca. Yo siempre la llevo encima, el problema es que he sido un poco pinchaúvas, pero esta vez entró por donde debía.

–Pasó cuatro años sumergido en las profundidades, ¿es duro ver que no se acuerdan de uno?
–Desde el 2004, echaba un par de tardes por temporada, así que empecé a hacerme invulnerable a los comentarios. Estaba en el olvido. La gente hablaba de mí en pasado, como si ya no fuera un matador sino un proscrito. La afición, la fuerza de voluntad y la perseverancia me hicieron sobrevivir.

–¿Se le pasó por la cabeza cortarse la coleta?
–No, después de la cornada fuerte de Jaén y tan pocos contratos, olvidé lo material y tiré por lo espiritual. Decidí abordarlo todo con afición y convencimiento.

–El otro protagonista de su tarde fue su hijo pequeño. ¿Qué le dijo al padre triunfante?

–Me había puesto la cabeza «tarumba» para salir conmigo y se lo había dicho, que diera una vuelta al ruedo en Madrid era casi imposible. Pero, siguió insistiendo toda la mañana, se lo tuve que prometer, que le buscaría, pero ya estaba abajo cuando iba a darla. Sé que en Madrid estas cosas se ven raras, pero claro, tengo que tener palabra con mi propio hijo. Luego, en el hotel estaba como un flan pendiente de mí, me miraba las heridas, para él fue un día inolvidable.

–Y ahora, ¿hay ya planteamiento para la temporada próxima?
–Cinco minutos antes no interesaba a nadie, ahora tampoco quiero ser el centro del mundo. Ni una cosa ni otra. Me gustaría torear quince o veinte corridas y estar en los sitios importantes.

VETERANÍA
El Otoño placentino

Sencillo, cercano y creyente, muy creyente –«el de arriba dijo el sábado: «Hoy te toca a ti»»–, así es Juan Mora. Único torero de a pie que esta temporada ha desorejado a un burel en La Meca del toreo. Afincado en la misma Sevilla que le vio tomar la alternativa en abril de 1983, el diestro de Plasencia estiró el sábado su idilio con Madrid y la Feria de Otoño, que ya le vio salir a hombros en 1995.