Andalucía
«Corrupción y política» por Jaime Ignacio del Burgo
Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. En todas las organizaciones políticas hay casos de corrupción. También en las sindicales, en las que se dice hay quien ha llegado a cobrar a cambio de reventar huelgas. La corrupción se inició en la democracia cuando una circular socialista, allá por los años 80, puso sobre aviso a las agrupaciones locales de que las contratas de basuras podían ser un buen filón para financiar al partido.Así comenzó la costumbre de pedir a los adjudicatarios de servicios públicos, sin que a nadie le salieran los colores por ello. La excusa era perfecta. La democracia estaba recién nacida y los partidos necesitaban mucho dinero para organizarse y hacer propaganda. Robar para el partido era luchar por la causa y no era igual que robar para uno mismo. Cuando algunos pícaros -la picaresca es una vieja costumbre española- se dieron cuenta de que ese dinero venía en maletines, que nadie contaba los billetes, ni el dinero dejaba rastro en ninguna cuenta corriente, comenzaron a hacer pequeñas o grandes sisas. Eso venía a ser como un premio de cobranza por gestiones de recaudación. Más tarde los partidos comenzarían a recibir subvenciones públicas, lo que obligaba a llevar una contabilidad más rigurosa. Esto obligó a hacer operaciones de "ingeniería financiera", que dieron con los huesos de algunos responsables de finanzas de los partidos en la cárcel. Pedir para el partido dejó de servir de coartada. España entró después en un período de prosperidad. El "milagro económico"español nos cegó a todos y los pícaros camparon a sus anchas ante la abundancia de dinero. La corrupción anidó en el ámbito municipal. Ni siquiera necesitaban la tapadera el partido.Ser propietario de terreno rústico, durante las últimas décadas, podía ser tanto como tener un pozo de petróleo en Tejas. Bastaba con pronunciar una palabra mágica –"recalificación"– para que saliera el genio de la lámpara llenándole los bolsillos. El problema era que a Aladino, el recalificador, exigía también tener parte en el botín.Surgieron así los "conseguidores". Negociar con la Administración en defensa de legítimos intereses no tiene nada de reprochable. Pero la cosa cambia de raíz si se organizan tramas de amiguismo y corrupción, en cuya tela de araña van cayendo aquellos políticos sin escrúpulos, con poder de decisión o de influencia. Una vez dentro, la araña les chupará la sangre a cambio de regalos, viajes, coches, viviendas y sobre todo dinero. La experiencia de los últimos tiempos demuestra que si se pudiera hablar de corrupción generalizada ésta afectaría sobre todo al ámbito municipal y, de una manera especial, al urbanismo. Hoy en día ser concejal de urbanismo es una profesión de riesgo, algo de lo que mejor es no presumir, porque la gente, cuyas generalizaciones suelen ser injustas, tiende a pensar que está ahí es porque quiere forrarse.Tampoco las Administraciones del Estado y de las Comunidades Autónomas son angelicales. Algunos presidentes, ministros y consejeros, pobres de solemnidad cuando accedieron al cargo, con poco oficio y ningún beneficio conocidos, son especialmente hábiles en convertir la "ex"de la perdida excelencia en una mina de oro, demostrando así unas inusitadas cualidades en el campo de las finanzas.Desde hace ya casi un año el Partido Popular está sometido a una verdadera "causa general"en una operación de acoso y derribo sin precedentes por la acción concertada de jueces, fiscales y policías. En esa causa general pudieron vulnerarse derechos fundamentales y violado normas jurisdiccionales. Lo peor es que, en ese barrido indiscriminado, universal y, en algunos casos, ilícito contra los políticos populares, han aparecido algunos comportamientos absolutamente rechazables, circunscritos a un pequeño grupo de personas de los que nadie esperaba tal cosa, aunque habrá que esperar al veredicto final de los tribunales. El Partido Popular ha acusado de parcialidad sobre todo a la Fiscalía Anticorrupción. El propio juez Garzón, que investigó ilegalmente al PP, está metido en un buen lío desde que ha puesto en pie de guerra contra él a la abogacía, por haber ordenado grabar las conversaciones de los abogados con algunos miembros de la trama Gürtel. Tal vez la convicción de haber llegado demasiado lejos en la persecución del Partido Popular esté el hecho de que comiencen a aflorar otras tramas corruptas que afectan al resto del arco parlamentario en Baleares, Cataluña, Galicia, Andalucía y Extremadura y en otros lugares. ¿Se puede creer que jueces, fiscales y policías han conocido de la noche a la mañana las pruebas incriminatorias?Todo esto no es ningún consuelo. Aquí no vale decir "y tú más". El descrédito de la clase política ante la ciudadanía es brutal. A los políticos de nuestros días se nos llena la boca hablando de principios y convicciones. Sin embargo, en la falta de principios y de convicciones está la causa principal de la corrupción, que se contagia a otros sectores sociales. No es justo descalificar a la inmensa mayoría de los políticos, que son honrados y fieles servidores públicos. Siempre puede haber en el cesto alguna manzana podrida. Pero si no se toman medidas para extirpar el cáncer de la corrupción, la enfermedad hará metástasis y podría llevarse por delante al actual sistema de partidos. La única manera de evitarlo sería la aplicación de una cirugía agresiva ante la aparición de los focos de corrupción seguido de un intenso tratamiento de quimioterapia para acabar con cualquier célula cancerígena. Y, por supuesto, establecer la obligación de implantar técnicas de medicina preventiva, como podrían ser la exigencia de transparencia patrimonial absoluta para desempeñar y mantenerse en un cargo público o la limitación de mandatos. Todo menos permanecer con los brazos cruzados viendo como ese poderoso caballero que es el dinero corrompe nuestras instituciones y nuestras conciencias. Claro es que para ello hace falta políticos honrados, valerosos y con autoridad y, sobre todo, tener principios y convicciones.
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