Tokio
La herencia del abuelo
Un informe rompe el mito de la longevidad nipona. Los ancianos fallecidos son utilizados para cobrar pensiones
Pekín- A principios de verano, las autoridades japonesas hallaron un cadáver momificado en una cama, en la casa donde supuestamente vivía el hombre más anciano de Tokio. Las pruebas de ADN confirmaron que era el cuerpo de Sogen Kato y que llevaba ahí tumbado 32 años. Según los registros oficiales, este anciano había llegado hasta los 111 años. En realidad, no alcanzó su 80 cumpleaños. Sus parientes ocultaron el cuerpo para seguir cobrando la pensión y ahora afrontan un juicio que podría mandarlos a la cárcel.
Días después, los agentes descubrieron los restos de una mujer en una maleta. Su hijo, de 64 años, la metió allí hace más de una década porque «no podía pagar el funeral». Al calor de estos escándalos, el Ministerio de Justicia nipón lanzó una investigación a escala nacional, llamando puerta por puerta, para verificar cuántos centenarios siguen realmente vivos. Los resultados, presentados esta semana, desbordan toda sospecha: al menos 234.354 mayores de 100 años están en paradero desconocido. Cientos de ellos deberían tener más de 150 años, una edad muy por encima de lo clínicamente posible.
Según el ministro de Justicia, no sólo se trata de cadáveres ocultos. Muchos de los «desaparecidos» podrían haber emigrado sin notificarlo, y otros quizás hayan muerto solos. De momento, no han aparecido muchas momias como las de Kato, ni se han contrastado los datos con los cobros de pensiones para verificar la magnitud del fraude, pero se sospecha que el número de abuelos «disecados» supera lo anecdótico. No obstante, la operación fue anunciada a la Prensa antes de llevarse a cabo, dando tiempo a deshacerse de los restos.
El «koseki»
La investigación ha dejado en evidencia la falta de fiabilidad de los registros familiares, realizados según una antiquísima costumbre llamada «koseki». Pero también pone en tela de juicio el enrevesado sistema de pensiones y la famosa longevidad japonesa. En el archipiélago la esperanza de vida superó este julio su anterior record: 86 años para las mujeres y cerca de 80 para los hombres.
En la sureña isla de Okinawa, el asunto ha alcanzado la categoría de mito y para desentrañar el secreto de sus habitantes se creó incluso un enorme instituto de investigación, el Centro de Estudios Centenarios. En el famoso libro «A la manera de Okinawa», sus científicos dejaron dicho que vivir mucho depende sobre todo de la dieta, el clima y una vida relajada. El asunto es motivo de orgullo nacional y, cada septiembre, el primer ministro envía una carta y un trofeo a todo el que supere los 100 años o se acerque.
Según un estudio de 2008, Japón ostentaba el mayor número de centenarios per cápita del mundo: 40.399. ¿Serán momias?