Mar Arábigo

La semana de Martín PRIETO: Monstruo de tebeo

Pese al ruido mediático por su muerte, Ben Laden no ha sido el mayor asesino de la Historia. Ha sido un buen propagandista de sus crímenes, pero, después de un tiempo, será olvidado en el fondo del mar

016lrd08fot2
016lrd08fot2larazon

Los medios de comunicación somos siervos de las noticias con tintes espectaculares y cinematográficos porque no vamos a abrir los telediarios con el parte meteorológico, a menos que se originen tifones en el anticiclón de las Azores. Cuando se enfríe el «tsunami» mediático advertiremos que Osama Ben Laden no fue Saladino sino algo más parecido, hasta en la iconografía, a las historietas de Fu-Man-Chu, maquinando en una cueva rodeada de esclavas chinas, o al doctor Moriarty, epítome del mal en la pluma de Sir Arthur Connan Doyle, y que tuvo una réplica real perseguida mundialmente por la Agencia Pikerton. Pese a las matanzas que propició Ben Laden, no fue un profeta de la destrucción ni el mayor terrorista de la Historia como estamos diciendo. Peor que las Torres Gemelas fue la destrucción de Dresde en 1945, a pocos días de la rendición alemana, plaza de refugiados sin ningún interés militar, sometida a una tormenta de fuego día y noche por la Royal Air Force ( RAF ) en un experimento de desmoralización civil no justificado por la guerra. Éste rico rastacueros mental nunca superó los horrores del pasado siglo XX.

Ben Laden fue un hijo de los estertores de la Guerra Fría y una marioneta descontrolada de la CIA. Cuando en diciembre de 1979 los rusos entraron en Kabul derrocando al ex dictador Hafizullah Amin; los servicios secretos americanos comenzaron a buscar armamento para los talibanes en una operación infernal a varias bandas. El mayor alijo de Kalasnikhov lo tiene Israel por su decomiso a los derrotados ejércitos árabes. Insólitamente los subfusiles y la munición los pagó Arabia Saudita, y EE UU organizó la logística para pasar el armamento a Afganistán a través de Pakistán, siempre más cerca del islamismo que del sovietismo.

Luego fue la Agencia quien introdujo cohetes antiaéreos de usar y tirar acabando con la impunidad de los helicópteros rusos. En esa guerra, Ben Laden, cooperador de Washington, se erige en líder local de unas brigadas internacionales islamistas, protegidos por el Mulah Omar, jefe de los pastunes-talibanes en armas, tuerto por un casco de metralla: se arrancó el colgajo ocular, restregándolo contra un muro, pingajo podrido al que acuden sus fieles en oración.

Los fundamentalistas de toda condición nunca tuvieron un buen cociente intelectual y Ben Laden sólo ha resucitado una guerra universal contra los cruzados de Occidente, dándose a un buen uso de la publicidad con sus videos abracadabrantes. Su mayor hazaña, empleando aviones comerciales como misiles, necesitó muy pocos hombres y mucho menos dinero. Simplemente, la seguridad aérea estadounidense y occidental estaba con la guardia baja y no se tenía previsto un ataque de ésta audacia. Ben Laden era un arabesco lateral en la actual agitación del mundo musulmán y le han cazado como a un conejo en un galpón tal una chabola pretenciosa al amparo de un sector de la inteligencia pakistaní, siempre jugando a dos bandas. Pese a sus crímenes, no se le recordará ni en la imaginería popular islamista porque vivió en la Edad Media y no sabía escribir la Historia. Cuando el «soufflé» de las noticias morbosas baje, sólo será otro precio en el Mar Arábigo.


LA TORTURA
Su ejecución es legítima según las leyes de la guerra de EE UU, aunque la izquierda europea no la quiera entender. Las torturas que les han llevado hasta él, ¿son lícitas? El Mossad puede torturar por ley. Y los servicios estadounidenses lo hacen si les peta. Si de una confesión depende la vida de miles de inocentes, incluida su familia, ¿usted consentiría la tortura? Es un dilema no resuelto por las conciencias más civilizadas. La tortura es un tabú, como la antropofagia o el incesto. Pero si la inmersión en la bañera evita el World Trade Center, ¿qué hacer? La mayoría de los bien pensantes abominan del suplicio pero prefieren mirar para otro lado y que sean unos pocos funcionarios quienes se manchen las manos. El terrorismo y la tortura son hermanos siameses de imposible separación. El buenismo es necesario, pero hipócrita. Lasa y Zabala fueron torturados para nada en uno de los desórdenes mentales del PSOE. La tortura es como las uñas: hay que cortarlas pero siguen creciendo en los cadáveres.



EL PERSONAJE DE LA SEMANA
Barack Obama
El Presidente Obama estaba apagado, dentro y fuera de EE UU. Hasta el magnate Donald Trump, aspirante republicano, se atrevía a resucitar la rancia historia de que el presidente no era oriundo del Estado de Hawai, sino quizás kenyata como su padre. Sólo faltaba que insistieran en declararle musulmán porque de crío le educaron en una madrasa recitando El Corán. Hasta en las imágenes del búnker siguiendo en directo la muerte de Osama Ben Laden se le advierte demudado. Todo lo contrario de su sereno discurso en los pasillos de la Casa Blanca. La progresía se ha llevado un susto. No ha cerrado Guantánamo, sus ejecutivos reconocen la tortura y ha mandado matar al fantasma de las Torres Gemelas. Si la izquierda europea repasara la Historia americana, entendería que los detestados republicanos siempre fueron aislacionistas, pese a la familia Bush, y los demócratas, intervencionistas en todos los conflictos exteriores. Creen que el Partido Demócrata es primo hermano de la socialdemocracia; nada más lejos de la realidad. Y los presidentes no desmontan la Administración anterior sino que suelen ser continuistas. Obama sólo ha sorprendido a los ignorantes.