España

La «Socialist Revolution»

La Razón
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La digestión de la derrota se está haciendo pesada al PSOE. El panorama antes del 22-M no era halagüeño. Por eso, Zapatero anunció su relevo y primarias para elegir el nuevo cabeza de cartel socialista. El modelo elegido no gustó en un sector del partido más acostumbrado a las bambalinas que a la democracia participativa. Los malos resultados del 22-M ahora se esgrimen como excusa para evitar que los militantes puedan decir la suya. Algo deben tener estas primarias que provocan el pánico en la estructura de poder del PSOE. Muchos dirigentes se llenan la boca de democracia, de apertura, de acentuar los cauces de participación internos, pero a la hora de la verdad prefieren volver a viejos hábitos. Es evidente que el principal problema de las primarias es su resultado impredecible. Esta incógnita se usa en contra de un sistema de participación en el que se elige al líder. Pero también proyectos. El PSOE, hoy por hoy, carece de líder, no tiene un proyecto de futuro –que además ilusione y emocione– y ni tan siquiera estrategia. Las primarias le darían este relato. Ciertamente también el congreso, pero éste es mucho más controlable. Por eso algunos dirigentes se afanan por evitar que el Comité Federal ponga los puntos sobre las íes. Ha sido Patxi López el primero que ha roto el fuego proponiendo un congreso extraordinario.

Los congresos son la máxima expresión de la democracia interna de un partido, pero justificar su convocatoria porque aporta debate es una pobre excusa que deja a muchos militantes boquiabiertos. Quizás Patxi López con su propuesta se autopropone como secretario general. Quizás lo hace por los calamitosos resultados de Euskadi. Quizás quiere dar un paso porque los previsibles malos resultados de las próximas autonómicas animan al presidente vasco a poner su rumbo político fuera de Euskadi. No lo hace solo. Cuenta con el inestimable apoyo de dos vicepresidentes: Chaves y Rubalcaba. El primero necesita un congreso extraordinario federal que abra el melón congresual en toda España, y recuperar el poder que perdió desde que Griñan decidió volar solo al margen de su guardia pretoriana en el PSOE andaluz. Además, ganar el congreso federal le daría todas las cartas. El segundo ha movido sus hilos para tejer una telaraña de apoyos que eviten las primarias. Son su pesadilla. Sabe que si las pierde, no tendrá una segunda oportunidad. Sabe que los abuelos no pueden suceder a sus nietos. Un hándicap que no se atreve a lidiar. El congreso es más controlable. Tampoco ve con malos ojos la propuesta de Bono: que el Comité Federal elija nuevo candidato. Así, entre amigos, no nos vamos a hacer daño. El número dos del partido, José Blanco, trata de conciliar posturas. Se mueve entre la fidelidad a Zapatero y su convencimiento de que las primarias son un error. Cree en los cambios para que no cambie nada. Chacón, de momento, calla. La ministra catalana es un elemento ajeno a la vieja guardia del partido que lo cuece todo en los despachos. No es plato de su gusto. Es la única que quiere abrir las ventanas de un partido que –a las pruebas me remito– se ha alejado de su base electoral. Quizás, utilizando el símil del movimiento del 15-M, Chacon es la genuina representante de la «Socialist Revolution».