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Zapatero apela a un «principio humanitario» para justificar su guerra

Primero fue el modelo autonómico, después las recetas socialdemócratas frente a la crisis… y ahora el pacifismo. Si algo le quedaba a Zapatero después de haber enterrado gran parte de su programa político en esta segunda Legislatura era en cierto modo el multiculturalismo, la no injerencia y el diálogo entre civilizaciones como ejes de su política de Defensa. Hasta ahora.> «De hombres honrados», el blog de Diego Mazón> ANÁLISIS: La guerra de los líderes débiles, por Rocio COLOMER> La fragata «Méndez Núñez» se une a la misión> Gadafi responde a los misiles con ataques sobre dos poblaciones> Berlusconi: «Me siento apenado por Gadafi»> «No a la guerra»: una pegatina con polémica

El ministro francés de Exteriores Alain Juppé se dirige a la cámara durante el debate sobre la intervención militar
El ministro francés de Exteriores Alain Juppé se dirige a la cámara durante el debate sobre la intervención militarlarazon

Hasta ayer aún se permitía de cuando en cuando izar la bandera pacifista que tantas veces ondeó cuando era jefe de la oposición. Pero, como él mismo admite, cuando uno es presidente del Gobierno se produce una especie de «reacción química» que hace ver las cosas de forma distinta. Y, así de cruel es el destino, el presidente del «no a la guerra» ya tiene la suya propia. Con mandato de Naciones Unidas, sí; de acuerdo a la legalidad internacional, también; sin votos en contra del Consejo de Seguridad, desde luego; con el respaldo casi unánime del Parlamento, sin duda… pero guerra al fin y al cabo.

Aun así cuando el presidente subió ayer a la tribuna del Congreso a pedir autorización para la participación de España en la operación militar internacional, no pronunció la maldita palabra. Igual que pasó meses peleándose con el diccionario en busca de sinónimos de crisis, ayer utilizó todo tipo de expresiones para referirse a la misión de la coalición internacional: uso de la fuerza, intervención, principio de responsabilidad y protección… hasta que invocó un «principio humanitario», el de proteger a la población de Libia, para justificar la intervención militar. También situó la decisión internacional de intervenir «en un contexto histórico concreto que puede calificarse de primavera árabe», lo que a su juicio es "una nueva etapa política en el Mediterráneo. En este punto, mencionó la «la valentía y el espíritu cívicos» de tunecinos y egipcios como demostraciónde que el progreso y la libertad «son también causas del mundo árabe y se pueden hacer valer pacíficamente», al tiempo que contrapuso el caso libio por la «violenta reacción de sus autoridades a las demandas democratizadoras».

Evitó siempre el paralelismo con Irak, y precisó que la operación «no incluye la ocupación del territorio libio» ni la resolución de la ONU busca la expulsión de Gadafi. Si bien advirtió que el mensaje de la comunidad internacional al presidente libio sigue siendo «que mientras exista riesgo» de que esos ataques se reanuden, «se aplicará la fuerza necesaria para impedirlo». Y ese es el motivo por el que el Gobierno pidió ayer una autorización «prudente» de un mes para el control y la garantía de la zona de exclusión aérea, y tres meses para asegurar el embargo de armas,plazos ambos que pueden ser prorrogables. Cuando Zapatero pidió el aval de la Cámara insistió en que se dan cumplen los cuatro requisitos señalados por el propio Ejecutivo español para participar en la misión: la resolución de la ONU, un acuerdo europeo, la complicidad regional y la autorización del Parlamento. Aval éste último que se daba por descontado –sólo 3 de los 350 diputados votaron en contra– y que el presidente agradeció a todos los grupos parlamentarios, en especial al principal partido de la oposición.

No en vano Mariano Rajoy pudo buscar también comparaciones con la guerra de Iraq, pero no lo hizo. Es evidente que ni a uno ni a otro les beneficiaba la hemeroteca. Ahora bien, el líder del PP, que prestó sin reservas el apoyo de su partido a la «decisión del señor Zapatero» (expresión que uilizó hasta en siete ocasiones), no perdió ocasión de reivindicara coherencia de su posición. Y es que el PP, fuera con Suárez, con González o con Zapatero, siempre respaldó la política exterior y de defensa de los gobiernos anteriores. Las palabras de Rajoy estaban muy medidas. Tanto que sin recurrir a Iraq hubo momentos en los que sin mencionar aquella guerra todo el mundo tuvo claro que se refería a la diferente actitud entre el PSOE de entonces y el PP de hoy: «En lo que de nosotros dependa nadie tendrá ocasión de pensar que la posición de los españoles en el mundo sea inestable, nadie podrá temer que nuestra lealtad con los aliados se muestre pendular, y nadie podrá sospechar que la palabra de los españoles es movediza u oportunista». Velada crítica sin duda al compartamiento de la oposición de hace ocho años . «La decisión la ha tomado el señor Zapatero y nosotros no la vamos a entorpecer», apostilló. A diferencia de Zapatero, Rajoy cuestionó que la resolución de la ONU permita una operación militar para el embargo de armas y la exclusión aérea, sin permitir la entrada de fuerzas terrestres en el país africano y sin especificar si el verdadero objetivo es derrocar a Gadafi. Y es que se teme que esa «limitación» puede convertirse en un riesgo: «Podríamos estar ante un conflicto largo y enquistado, por decirlo sin rodeos, una guerra civil que se prolongue en el tiempo, sin que la intervención internacional pueda evitar el desastre humanitario».

Igual que Rajoy, el resto de grupos –menos IU y BNG– dieron su apoyo. No sin antes, como fue el caso del portavoz de CiU, Josep Antoni Duran y Lleida, manifestar sus reservas por la tardanza de la resolución de la ONU y el papel de la UE. Con matices o sin ellos, Zapatero obtuvo el apoyo esperado a su guerra.