Nueva York
Carmen Thyssen: «La venta del Constable me solucionaría la vida»
El jueves se inaugura el Museo Carmen Thyssen en el Palacio de Villalón de Málaga. Acogerá 230 obras de finales del XIX y principios del XX, propiedad de la baronesa, quien ha supervisado cada detalle.
«Cada obra es un mundo y cada una tiene su historia y un sentimiento propio». Carmen Thyssen está sentada en una silla blanca y calza unas bailarinas rosas que en mitad de la entrevista –y sin despeinarse– cambia por unas deportivas blancas. La luz que ilumina el patio imponente y blanco del Palacio de Villalón es suave y apunta una primavera que ya rompe. El jueves se inaugurará en Málaga el museo que lleva su nombre, formado por 230 obras de su propiedad, pinturas del XIX en su mayoría, que han colgado de las paredes de su casa. «Todo esto empezó por la constancia del alcalde, Francisco de la Torre, un hombre muy tenaz. Yo nunca había pensado en ello, pero él sabía de mi colección de arte español porque se había inaugurado una exposición en el Palacio Episcopal tiempo atrás con sesenta obras. Me insistió, me insistió..., y yo soy una mujer de palabra». Se quedó fascinada con el edificio del siglo XVI, bastante maltrecho cuando se topó con él por primera vez y al que ahora ha dado una segunda oportunidad Rafael Roldán (la recuperación de espacios y, sobre todo, de artesonados, es milagrosa). La baronesa supervisa cada detalle, hasta las macetas y geranios que recibirán en el patio: «Siempre me ha gustado la luz que se ve en los cuadros de esta tierra y que entra por las ventanas a raudales». El presupuesto del museo es de 24 millones de euros y nace con un préstamo gratuito por un periodo de 15 años.
-¿De dónde proceden las obras, baronesa?
-De subastas en Nueva York, Londres y cualquier otro punto del planeta. Las compré para mi uso personal y para mi casa de Marbella.
-¿Cuál fue la primera?
-«La fuente de Reding», de Guillermo Gómez Gil, un óleo del que me enamoré. Ya había adquirido uno tiempo atrás con mi madre, a quien también fascinaban los cuadros andaluces y que me inculcó el amor al arte. Aquí no están todos, pero sí un grueso fundamental.
-Se está encargando de todo, ¿cuál es el momento más importante?
-Lo más complicado es la colocación, porque casi nunca tienes el espacio suficiente para comprobar cómo hablan los cuadros entre ellos y no te puedes equivocar. Hay que probar una y otra vez porque si notas que una obra está triste tienes que volver a empezar.
-¿Tiene cada cuadro una historia?.
-Así es. «Corrida de toros en Eibar», de Ignacio Zuloaga, por ejemplo. Estaba en Sotheby's de Nueva York, era una puja telefónica. Pensé que por su gran tamaño no subiría mucho de precio. Me equivoqué: iba a más y a más y yo sabía que tenía que tenerlo en mi colección. Hice el sacrificio de comprarlo y ahora es una obra capital para el museo. Es uno de los cuadros que más quiero y admiro.
-A través de estos cuadros, ¿trata de reivindicar la pintura de finales del XIX y principios del XX, quizá no del todo reconocida en España?
-Son obras muy importantes y aquí van a tener el lugar que merecen. Yo sé que desde el cielo todos los pintores que están aquí representados me van a enviar estrellitas en señal de agradecimiento. Estarán tan contentos como yo. Algunos de ellos cuando pintaron estas obras estaban tocados. Ahora no me hablarán a mí sola, también lo harán al público. Y echaré de menos tenerlas en casa y verlas al despertar.
-Una sensación, baronesa, que sólo pueden experimentar unos pocos privilegiados como usted.
-Así es, pero los echaré de menos. También me pasa con obras que tengo en el Thyssen de Madrid. Por ejemplo, con un par de Gauguin querría poder despertarme cada mañana, y con algún Monet.
- En abril se podrá ver en este museo su colección de arte contemporáneo español.
-Sí, con obras de Saura, Tàpies..., y después vendrá la de pop art, que es muy buena y divertida.
-¿Es reacia a coleccionar arte actual?
-Sí, porque tiene que tener una calidad excelente que lo avale, y hoy hay mucha tontería y cosas indecentes que se hacen en nombre del arte y que me producen vergüenza y sonrojo. No voy a dar nombres pero el artista que tiene calidad es el que dura. Ya veremos lo que pasa dentro de 20 años con tantos experimentos artísticos...
-¿Es fácil trabajar con usted?
-Que te lo digan ellos (y señala con la mirada), gente que lleva conmigo veinte años. Si hago algo me entrego a fondo, si no, no me meto. Soy tauro, perseverante, constante en el trabajo y en la vida. No soy una persona rencorosa, pero a quien me hace daño le dejo de ver.
-¿Se sigue emocionando cuando recuerda a su marido?
-Siempre. Era un ser especial. Él decía que pertenecíamos a la misma galaxia. Y compartimos muchas cosas. En Villa Favorita, cuando las salas cerraban al público, nos íbamos a recorrerlas solos, del brazo, eran momentos únicos solamente para Heini y para mí.
-Su nombre es carne de titular cada día. ¿Le cansa?
-Sé que tengo el foco encima. Cuando digo, porque hablo y si no, porque callo. Que digan de mí lo que quieran y que me pongan verde si quieren.
-Francesca de Habsburgo, sin ir más lejos, le afeó que quisiera vender «La esclusa» de Constable y se opuso a la operación.
-Vamos a hablar de Francesca porque ésa es una típica reacción suya. Lo que no se puede hacer es salir de un patronato y divulgar a los cuatro vientos lo que ha sucedido dentro. ¡Por Dios, qué es eso! ¿A qué estamos jugando? ¿Dónde está la educación? Para que la colección de mi marido permaneciera en España tuve que renunciar a todo. Él deseaba que estuviera unida. En su momento le dije que estaría con el Museo Thyssen-Bornemisza «forever», y así lo voy a hacer hasta el último día.
-¿Va a aceptar la oferta de 40 millones de euros por «La esclusa»?
-Proviene de un coleccionista inglés y es bastante tentadora e importante; espero y deseo que la mantenga y que no se haya cansado de esperar. Llevo pensándolo un tiempo y me vendría muy bien ese dinero porque me solucionaría la vida.
-¿Su problema es de liquidez?
-Yo no genero ingresos, no poseo una nómina a fin de mes. Durante once años he cedido la colección del Museo Thyssen de Madrid, y ahora se acaba de prorrogar gratuitamente hasta febrero de 2012. Yo no he percibido nada a cambio y me hace falta liquidez, y lo digo alto porque es la verdad. Tengo un dineral prestado en cuadros que no me generan nada. Vivo austeramente, no despilfarro y soy ecológica, pero sería importante percibir, no un alquiler, sino una contraprestación del Gobierno. Tengo hijos y es necesario que les deje un orden y que después cuando yo no esté hagan lo que les parezca. Lo que más me preocupa es el futuro.
-¿Le gustaría que su hijo Borja estuviera en la inauguración y que pudieran exponer juntos?
-¿Como no voy a quererlo? Invitado está y estaría encantada de tenerle aquí. Las gemelas, en cambio, son aún muy pequeñitas para tanto jaleo. Borja es un chico muy preparado a quien Heini llevaba por el museo y explicaba cada cuadro. Sería estupendo exponer juntos nuestras colecciones, la suya y la mía, de pop art. Él sabe de arte mucho más de lo que la gente puede pensar. Le adoro, eso que quede claro.
El detalle
«UNA DECISIÓN DOLOROSA»
Asegura la baronesa, preguntada sobre el derecho de veto de Francesca Thyssen sobre la venta de «La esclusa», de Constable, a un coleccionista privado, que «no hay ninguno como dice ella, es un cuento suyo. Además, ¿qué es eso de que voy a romper la colección si lo vendo?». Carmen Thyssen le da vueltas a la tentadora oferta, 40 millones de euros por el lienzo. Y asegura que «no es una decisión fácil para un coleccionista deshacerse de una obra, sino dolorosa».
Imprescindibles
«Julia».
Ramón Casas, gran exponente del modernismo catalán, retrató en este óleo de 1915 a su esposa.
«Corrida de toros en Eibar».
De 1899, es para la baronesa una obra capital de Zuloaga.
«La buenaventura».
Este misterioso lienzo de 1922 de Romero de Torres es otra de las joyas de la colección.
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