Actores

La huelga de Lisístrata

La Razón
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Il Cavalieri» no odia a las mujeres, como suponen un millón de italianas en furia en «Piazza il Popolo». Silvio Berlusconi es un mafioso de película de Vittorio de Sica, atrincherado en las finanzas corruptas de socialismo de Bettino Craxi, la burbuja inmobiliaria de su país, los medios de comunicación y el soborno de policías y magistrados. Pero tiene alma de lo que fue: cantante melodioso de crucero turístico. Es un erotómano, un lúbrico, un sicalíptico y, ya llegado a cierta edad, en viejo verde con añadidos capilares y la cara planchada, de esos que miran a las niñas en los parques y consumen Viagra para infartarse.

La vejez es un naufragio y pocos saben mantener la dignidad que exige el último tramo. No es un misógino: es el artífice de un bunga bunga, quizás delictuoso, para «voyeurs» con dentadura postiza. Aristófanes llevó a la huelga amorosa a Lisístrata contra los demagogos de la guerra.

Canta el coro: «No tendré ninguna relación con mi esposo o amante / Permaneceré intocable en mi casa / No me entregaré / Y si él me obliga / Seré tan fría como el hielo y no le moveré».

Es imposible encontrar un italiano que admita haber votado a éste ujier de casa de mala nota, pero siempre gana las elecciones. Las feministas italianas podrían emular a la heroína griega y juntar las rodillas hasta que sus hipócritas parejas voten otra cosa.

Éste listísimo cantamañanas de alcoba no denigra a la mujer, enlodaza y satiriza nuestra propia masculinidad. Acabará exiliándose, pero por otras cosas, como Craxi; su disipación sólo es la caricatura del pavoneado macho itálico, con la cola desflecada.