La Habana

Niños cristianos en la escuela comunista

Niños cristianos en la escuela comunista
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En los primeros capítulos de «Historia de una resistencia», Alberto Reyes describe su infancia como niño católico en el sistema educativo cubano. «En la escuela nunca nos llamaban "cristianos", ese era un título demasiado honroso. Nos llamaban "religiosos", con connotación de supersticioso, de gente inferior y tontita.

La "persecución", por llamarla de algún modo, era muy sutil. Llegaba el profesor al aula y decía: "Pónganse en pie los religiosos"». Uno se ponía en pie, y no pasaba nada excepto la incómoda sensación de muchos ojos que se te clavaban en el más absoluto silencio. Recuerdo a una chica de La Habana que, cuando tenía nueve años, la mandaron poner en pie y el profesor dijo: "Ahora todos a reírse de ésta, que es religiosa».

Todo niño que no tuviera a sus espaldas un sostén fuerte en clave de fe tenía que ser un héroe para mantenerse en la Iglesia. Con once años, yo era el único de mi edad en la comunidad cristiana del pueblo. La parroquia tenía sólo diez jóvenes, todos mayores que yo. No tuvimos otro remedio que aprender a luchar.

Lo primero era no negar nuestra fe, no esconderse para ir a misa, no ocultar nuestra identidad. Lo segundo, estudiar como descosidos. Un día, mi hermana mayor llegó a casa diciendo que la habían propuesto para ser miembro de la Juventud Comunista. Llegaron al aula preguntando públicamente la decisión de cada estudiante.

Al llegar a mi hermana, ella preguntó si un miembro de la Juventud Comunista podía ir a misa. Le dijeron que no, que eso no se podía, a lo que mi hermana respondió: «entonces no quiero». Recuerdo a mi hermana feliz y orgullosa de sí misma. Años después, cuando me tocó a mí, dije que no "porque soy cristiano"».