Nueva York
El puente empieza más tarde
Por segundo día consecutivo, ayer el panorama en el aeropuerto de El Prat era dantesco, con miles de personas indignadas, enfadadas, viendo como su deseo de disfrutar un puente de cinco días se iba al garete o empezaba tarde por culpa de la huelga salvaje de los controladores aéreos
La gravedad de la situación tuvo consecuencias judiciales, ya que la Fiscal Superior del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, Teresa Compte, anunció la apertura de diligencias penales contra el paro.
La Fiscalía advirtió de que «el abandono del puesto de trabajo puede ser constitutivo de un delito del artículo 20 de la Ley de navegación aérea». Compte dio las ordenes pertinentes a las fuerzas de seguridad para que investiguen el caso.
Colas interminables
Desde primera hora de la mañana hasta las 16.00 horas el aeropuerto barcelonés fue un auténtico caos. La T–1 presentó colas interminables, que ocupaban toda la terminal, de personas que querían saber qué pasaba con sus billetes, si se les devolviera el dinero del vuelo cancelado o que se les garantizara otro pasaje, tarea difícil, teniendo en cuenta que casi todos los viajes estaban planeados para cinco días.
Un total de 43 controladores ocuparon sus puestos de trabajo por la tarde. Las fuerzas de seguridad también ayudaron a que El Prat volviera poco a poco a la normalidad. No obstante, 575 operaciones tuvieron que ser canceladas, 283 de salida y 292 de llegada. Y cuando se reabrió el espacio aéreo, poco a poco comenzaron a salir los vuelos y la citada terminal recobró una apariencia más o menos normal, aunque con grandes colas para reclamar. El principal problema pasó a ser la facturación de maletas, con pocos sitios habilitados.
El aeropuerto era la estampa de familias enteras o parejas desoladas. O personas que esperaban a unos parientes que ayer no llegaron. «Queríamos ir a Nueva York, con escala en Ginebra, pero ahora tenemos que ir en autobús hacia Suiza, en un viaje de diez horas, y por supuesto pagar ahí la noche de hotel», lamentaron los jóvenes Javi y Lorena.
Con centenares de personas pegadas al móvil, las historias se multiplicaban. Buena parte de los viajeros no dudaron en hacer uso de las hojas de reclamaciones. «Por supuesto que voy a quejarme, ¿quién me va a pagar ahora lo que he gastado en la reserva de un hotel en Praga?», lamentó el jubilado Ferran junto a su esposa.
También había gente ansiosa de ver a personas queridas. «Mi hijo y su mujer están atrapados en Munich, y querían venir a Barcelona para escaparse de la nieve, pero ahora no pueden llegar», explicó una desolada Montserrat. A su lado, otra familia temía por la situación de su hijo, «atrapado» en Londres, ciudad que también tenía aeropuertos cerrados, pero en su caso por el mal tiempo, no por una huelga salvaje.
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