Pekín
Amor y patriotismo la máquina de hacer telenovelas
Una historia de amor con inocentes paseos de la mano; una pasión desenfrenada por la patria, fusil al hombro; un espíritu de sacrificio revolucionario; y un buen decorado histórico.
Combinando estos ingredientes se cocinan la mayoría de las series de ficción en China, un país que el año pasado se convirtió ya en el primer productor mundial del género y emitió 436 seriales. Lejos de las complejas tramas de los guiones occidentales, la pujante industria del gigante asiático opta por un formato más sencillo: lacrimógeno en lo personal y cohesivo en lo social, a poder ser con final feliz. Una fórmula que no altere la «sociedad armoniosa» que persigue el Partido Comunista. «A veces se habla de telenovelas chinas, pero no son como las conocemos en Latinoamérica, sino algo diferente», aclara Arturo Casares, un empresario mexicano que ha colocado en el gigante asiático algunas de las series más exitosas de su país, como «Betty la fea».
Sin desnudos
Como ocurre en todas las industrias audiovisuales chinas, la producción local se beneficia de las fuertes leyes proteccionistas y de la censura del régimen. En el caso de las series, se permite por ejemplo que una productora local se asocie con una extranjera para adaptar un producto foráneo, pero en ese caso las televisiones se ven obligadas a excluir el producto resultante del «prime-time». El órgano de propaganda también deja fuera buena parte de las producciones extranjeras, que no siempre cumplen las diez prohibiciones iniciales del código, tales como las críticas al Gobierno, los desnudos o las provocaciones indebidas. Tras la primera criba, equipos de censores se encargan después de comprobar que el guión y la realización no sean moralmente nocivos, ni pongan en peligro la «estabilidad» del país. Las que mejor entrada tienen, también por cuestiones culturales, son las surcoreanas y japonesas, aunque los culebrones latinoamericanos se están haciendo trabajosamente un hueco.
El formato chino suele rondar entre los 20 y los 70 episodios y alrededor del 85% está ambientado en escenarios históricos: grandes batallas de la civilización china, la exitosa revolución maoísta, la expulsión de los invasores japoneses, el ardor de la Revolución Cultural, o la perfidia de los colonizadores británicos. El restante 15%, que conecta con un público más joven y urbano, trata temas actuales y más o menos cotidianos, aunque con cuidado de no denunciar realidades desagradables o caer en críticas inconvenientes. Hay contadas excepciones, como la serie «Estrecheces», que fue retirada antes de tiempo a pesar de su enorme tirón, porque tocaba de lleno algunas de los asuntos más delicados, tales como la corrupción, los bajos salarios y, sobre todo, los exorbitantes precios de la vivienda. Para saber cómo acababa la trama, millones de jóvenes chinos tuvieron que recurrir a internet, esa enorme rendija por la que, poco a poco, se va colando de todo en China.
Cuarteles y dramas familiares
A la hora de escribir guiones con algo de chispa y enganche sin sufrir el hostigamiento de la censura, las productoras han descubierto algunos filones. Han tenido gran éxito, por ejemplo, series ambientadas en cuarteles militares, una de las instituciones más valoradas por los chinos y, por supuesto, por el Gobierno. Entre las más famosas está «Chui Shi Ban», que centra la acción entre los fogones de un rancho del Ejército. En otra serie del ramo se trata el apasionante mundo de la clínica de un cuartel, mientras que en una tercera se narran las aventuras y desventuras de mujeres soldado con problemas en casa. También hay, por supuesto, amores adolescentes y dramas familiares, con abundantes retratos de amor paterno-filial, uno de los grandes temas de la cultura china.
Un mercado competitivo
La industria está en pleno auge: en 2010 los ingresos de las radios y Tv crecieron más del 20%, generando más de 24.000 millones de euros. «Es un mercado muy competitivo. Se produce mucho y los presupuestos son, a menudo, superiores a los de Latinoamérica. Las tarifas publicitarias crecen y hay una enorme demanda de contenidos de calidad que cumplan las peculiaridades del mercado chino», ilustra Casares. Las series son «lo más importante de la TV china: lo que más dinero da y lo que más ve el público», concluye.
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