Adicciones
El malestar más común y extendido por José Antonio VERA
Después de años y años de investigaciones, la medicina y la ciencia aún no tienen una respuesta clara a la pregunta de por qué nos duele la cabeza. Es, sin duda, el malestar más común y extendido. Sólo me he tropezado con una persona que me dijo que no sabía lo que era un dolor de cabeza. ¿Pero nunca, nunca? Le pregunté. Jamás, me respondió, ni en el transcurso de una gripe ni por una resaca, ni por nada.
A mi amigo no le dolía la cabeza y a mí eso me pareció extraordinario, impropio de un mortal. Porque se trata de un problema tan antiguo y expandido como la humanidad. El motivo de consulta médica más frecuente. Lo que provoca más gasto sanitario directo. Un mal que hizo estragos en personajes como María Tudor, Nietzsche, Freud, Jefferson o Grant. Existen más de 300 tipos de cefaleas. Hay dolores que son una enfermedad en sí mismos. Aunque lo normal es que sean síntomas de algo. Hay personas a las que el dolor les llega automáticamente cuando hace mucho calor. Otras veces por estrés, por falta de sueño, por malas posturas, por fumar, por problemas musculares o de cervicales, por haber ingerido un alimento en mal estado, por comer helados o cosas frías o por no sabemos qué motivo.
Las más habituales, las padecidas por el 80 por ciento de la población, son tensionales, ocasionales, que se eliminan tras ingerir una aspirina o un ibuprofeno o, incluso si se cogen a tiempo, simplemente poniéndonos algo de frío en la frente. El problema son las migrañas discapacitantes, esas que sufren algunas personas y que les impiden moverse o acudir al trabajo. ¿Tanto? En efecto, una crisis de migraña es tan intensa y coercitiva que anula cualquier actividad a quien la sufre. Personas que se ven obligadas a encerrarse en una habitación sin luz y sin ruido y a medicarse con triptanes, pues los analgésicos comunes no valen de nada. Y eso si no se trata de las denominadas cefaleas de racimo, un tipo de dolor tan desesperante que alguna gente la denomina la enfermedad del suicidio, por la elevada tasa de este tipo de muertes entre quienes la padecen. Surge de una y tres veces al día, a la misma hora, en el mismo ojo, y de manera tan intensa que es «como si te metieran un destornillador por el ojo y otro por la sien». Dura de 30 a 40 minutos y remite por si sola, pero nunca se olvida.
Claro que la migraña, si es brusca, extrema y reiterada, puede ser síntoma de aneurismas cerebrales o cardiopatías severas, de cáncer o infecciones, de hemorragias o dolencias graves.
Hay que preocuparse cuando se trata de un dolor agudo, que aparece de forma rápida e intensa, que indica anormalidad. O cuando se trata de cefaleas inhabituales, de un dolor que no es el acostumbrado y va a más, que no se quita con analgésicos, que nos inhabilita. O un dolor asociado a otros síntomas neurológicos, como problemas en el habla o debilidad en una parte del cuerpo. O que nos despierta en mitad de la noche. O que cursa con fiebre o rigidez en el cuello. O que se produce después de un accidente o un traumatismo craneal. En todos estos casos es fundamental el diagnóstico y la intervención del médico.
Cuando se trata de un dolor corriente, sin embargo, debemos poner el acento en el tipo de vida que llevamos. Ayuda mucho el hecho de poder dormir un número suficiente de horas, llevar una vida ordenada con los mismos horarios de comidas y sueño, evitar los ayunos prolongados, hacer ejercicio de manera regular y no abusar del alcohol o del café, y por supuesto del tabaco. Y cuidar de la alimentación. Hay alimentos que provocan inevitablemente dolores de cabeza. Algunas personas tienen déficit de la enzima dioaminoxidasa (DEA) y eso hace que se acumule en el organismo la histamina de alimentos como quesos, embutidos, algunas verduras o frutas, ciertos pescados o mariscos, el chocolate o el alcohol, el vino tinto o el cava.
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