Sevilla
OPINIÓN: Grafiteros en el zoo
Malos tiempos corren si los ciudadanos permitimos que se embriden hasta las más genuinas manifestaciones de la contracultura. El sábado, patrocinados por Lipasam, una veintena de grafiteros decoraban los receptáculos de basura en una nueva demostración de que en esta tierra nadie se expresa si no está tutelado por el Estado. Pese al triunfo aplastante en las urnas de formaciones que se proclaman liberales, el Leviatán bíblico crece hasta convertirse casi en el temible inquilino de la orwelliana Habitación 101. Nada escapa al ojo de la Administración, un monstruo de dimensiones mucho mayores al que describió Thomas Hobbes. Los coloristas dibujos con spray de estos artistas urbanos eran mucho más que un pasatiempo. A medio camino entre la gamberrada y grito rebelde, el grafiti también ha terminado domesticado por la subvención. Como todo lo que se produce en Sevilla. Ver a estos chicos pintar contenedores con un plástico debajo para no manchar el suelo de la Plaza de la Encarnación y ante la mirada de los paseantes tenía un aire de contemplación de leones en la jaula del zoo. A lo peor, como a los grabadores de los monumentos egipcios, los obligan a colar jeroglíficos alusivos a las hazañas del faraón, o del delegado municipal de área.
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