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OPINIÓN: Ricos potricos de la muerte
Se enfada la izquierda con Montoro porque anunció la subida de algunos impuestos, pero ese tal Diego Valderas, de IU, ha propuesto una ley de fiscalidad ecológica, ojo al parche, diz que «para tener mayor riqueza en la Hacienda Pública» (sic).
No es un eufemismo, pues, lo mires como lo mires, el objetivo de Valderas es secuestrarle, sí o sí, una parte aún mayor del sueldo a los ciudadanos. Más riqueza para la Hacienda Pública es menguarle la nómina a los administrados. Más pasta para el Estado es embargarle a cada cual lo que ha sudado con su propio esfuerzo y riesgo. Les encanta sacrificar a los asalariados mientras se dedican, sin altruismo y con el dinero capturado, a buscar el bien común que a ellos les absuelva o les redima ante la Historia.
Lo malo es que ese implacable tribunal, el de la Historia, ya sentenció en contra de ellos muchas veces en el siglo XX. Será que el servicio de Correos en Europa funciona peor que el puente de mando del Costa Concordia y a cierto socialismo, real o utópico, no les llegan nunca los pronunciamientos de esos jueces. Se empeñan en llevar el barco contra las rocas.
Lo que a las izquierdas les sienta mal no es que haya ricos, pues ¿a quién, si no, podrían quitarles su dinero? ¿Acaso a los parados? Bueno, también Guerrero, el de los ERE, demostró que es posible esquilmar lo que no se tiene a quienes no tenían ni trabajo. Lo que no soportan las izquierdas, digo, es que exista la pobreza. Mas como la pobreza es un concepto relativo y sólo aprehensible en comparación con algo, les basta con exterminar la riqueza para erradicar de un plumazo no lo pobres, pero sí tal vez la pobreza. Así, convertidos todos en pobres (todos, menos ellos, claro), ¿a quién preocuparía la pobreza?
Para comunistas y socialistas solidarios al estilo «flower power» de la Pajín o ZP, la riqueza en manos de la Hacienda Pública nos convierte a todos automáticamente en ricos potricos: «El dinero del Estado no es de nadie», dijo Carmen Calvo. Tal vez no tendremos ni para sonarnos los mocos, pero presumiremos de un Estado benefactor y rico de la muerte que organizará colosales fastos, distribuirá EREs y prebendas y exhibirá en las calles ejércitos enteros de danzarinas y niños cantores elogiando al líder o al sistema… En fin, el ya conocido y penoso aburrimiento que nos han proporcionado durante el siglo XX la URSS y China, perpetuados en la saga criminal de Corea del Norte o en los coros y danzas de los hermanos Castro en el Caribe.
Toca, pues, ahuyentar a los malignos que pretenden robarle la pócima mágica a las izquierdas. Por eso les preocupa tanto el copago sanitario, las subidas de impuestos (por temporales o equilibradas que resulten) o la limitación de sueldos de directivos y banqueros. Sencillamente, porque a ellos no se les había ocurrido antes.
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