San Sebastián

Bailar con terroristas

La Razón
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Hoy no es un buen día para quienes creen en la superioridad moral de los demócratas sobre los terroristas. En Palestina, Hamas ha ganado la batalla propagandística con la excarcelación de cientos de sus militantes más sanguinarios. En España, ETA ha obtenido un gran éxito de imagen con su «Conferencia Internacional de Paz». Cuando una organización terrorista logra presentarse como la gran solución, en vez de ser desenmascarada como el principal problema, quien pierde es el Estado de Derecho. Para un español resulta difícil entender que un gobierno democrático haya aceptado liberar a más de mil palestinos presos a cambio del soldado Gilad Shalit, secuestrado por Hamas hace cinco años. No es la desproporción del canje lo que causa más estupor, sino la excarcelación de asesinos convictos y confesos. Uno de ellos, por ejemplo, participó en el atentado que costó la vida a 30 jubilados mientras celebraban la cena de Pascua. Otro colocó la bomba que mató a 11 civiles en una cafetería. Y así hasta 280 matarifes que cumplían cadena perpetua. Es verdad que ha habido otros canjes parecidos y que la sociedad israelí los apoya porque jamás abandona a sus soldados a su suerte. Que el intercambio se haga en la proporción de uno a mil revela que para el pueblo judío lo importante no es el precio del rescate, sino el valor de lo que rescatan. Sin embargo, a cualquier español que recuerde las aciagas horas del asesinato de Miguel Ángel Blanco, este episodio le producirá escalofríos. Los etarras también exigieron entonces la excarcelación de asesinos en serie. Nuestro Gobierno se mantuvo firme y se demostró que hizo lo correcto. Si hoy ETA está derrotada es porque no se cedió entonces ni después. Ciertamente entre Israel y España hay grandes diferencias, pero también es cierto que todos los terroristas se miran en el mismo espejo y que cuando un gobierno democrático baila con ellos y cede a excarcelarlos comete varios errores: admite la «utilidad» del secuestro y del atentado para alcanzar fines; corona a los asesinos con la aureola de los héroes, que regresan victoriosos sin haberse arrepentido; y son puestos como ejemplo a seguir por las nuevas generaciones. Israel ha salvado al soldado Shalit, sin duda, pero a cambio sus secuestradores cantan victoria. Como los etarras lo hacen hoy en San Sebastián, en un baile que paga el Gobierno de la nación.