Grecia
Revolución y reputación por Alfonso Merlos
España frente al espejo. Luchando contra los fantasmas del presente y del futuro. Pero con la convicción de que esos espectros serán espantados. Porque este país no va a ser Grecia. Ya pueden vociferar que el Gobierno está secuestrado por la Troika y los mercados. Ya pueden gritar que las instituciones no representan a la mayoría. Ya pueden proponer un impago masivo y completo de la deuda. No van a triunfar y terminarán por ser silenciados quienes ahora enarbolan la bandera del «a las barricadas». Es comprensible la ansiedad de quienes reclaman la dimisión en pleno del gabinete de Rajoy; de quienes anhelan un proceso constituyente; de quienes suplican que los responsables de la crisis sean juzgados (¿empezamos por Zapatero?). Pero este negocio del pasacalles no interesa a nadie. No puede ser que el blindaje del Congreso hunda la facturación de los comerciantes de Madrid hasta un 70%; tampoco que el despliegue de los agentes cueste al erario público más de 200.000 euros en dietas; y mucho menos que la imagen que estemos exportando sea la de un país al borde de un conato golpista. ¡¿A qué clase de broma estamos jugando?! El vigor y la fuerza de un Estado de derecho se mide en parte por el potencial que tienen los revolucionarios para exponerse y decantarse. Pero eso es una cosa y otra es que España, en un momento histórico, destruya su reputación, se suicide en términos de proyección internacional. No es tolerable. No vamos a incubar ninguna clase de fiebre. Y vamos a trabajar desde hoy para que baje la temperatura y suba la credibilidad que necesitamos, merecemos y conseguiremos. Al tiempo.
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