Albacete
Un francotirador solitario por Francisco Pérez Abellán
En El Salobral, pedanía a catorce kilómetros de Albacete, un hombre de 39 años ha dado muerte a una niña de trece y a un vecino de 40, en una extraña historia de amor, celotipia, y fervor por las armas de fuego. El homicida múltiple, descontento con la actitud de rechazo de su víctima (que en un principio le había admitido), le pegó cuatro tiros. Antes, hasta la pequeña víctima había puesto de relieve lo patético de su conducta, al intentar relacionarse con una niña tan pequeña como ella.
Al parecer el criminal se reconocía como un francotirador solitario, con muy buena puntería que podría convertirse en una mortal amenaza para quien pudiera oponerse a su voluntad.
Juan Carlos Alfaro, en un crimen totalmente anglosajón, de los que vemos por la tele, se hizo con una pistola de nueve milímetros Parabellum, mató en una callejuela al objeto de sus deseos, Almudena, de trece años; y se hizo con un rifle de su colección de quince armas, con el que dio unos tiros en la calle Mayor y mató a un vecino que no hacía nada más que fumar un cigarro. ¿A nadie le pareció excesivo en los últimos dos años que J.C coleccionara armas de fuego? ¿A todo el mundo le pareció normal que pretendiera a una chiquilla tan joven? ¿Pudo este crimen haberse evitado? En mi opinión habría sido imposible para el criminal cometerlo si la ley se hubiera cambiado antes.
Una ley laxa
Las leyes españolas favorecen el tipo de delito que hoy día se comete. Por ejemplo la Ley del Menor que tantas veces se ha dicho que sería corregida pero que sigue igual. Nadie sabe por qué en el Código Penal se fija la edad más tierna para conceder el acceso carnal de los jóvenes de forma consentida, cosa especialmente delicada cuando el pretendiente es un mayor o cuando, como en el crimen que nos sugiere estas reflexiones, la edad de la pareja es de una diferencia de veintiséis años.
La relación, que nadie sabe hasta dónde ha llegado, comenzó entre Juan Carlos y Almudena al parecer a los once años de la niña, momento en el que si se trata de un encuentro carnal o de un acoso, estamos hablando de clara pederastia. Era ese el momento de la denuncia puesto que hablamos de un menor en manos de un adulto que insiste con su obsesión.
En España hay una larga tradición de pederastia que puede recogerse de la literatura mundial con títulos como «Lolita» de Nabokov, «La Casa de las bellas durmientes» del premio nobel japonés Yasunari Kawabata o del más reciente, inspirado en este último libro, del también premio nobel Gabriel García Márquez, «Historia de mis putas tristes», los tres basados en la pasión arrebatadora de los ancianos por las niñas que a algunos paladares nos resulta difícil digerir.
Es cierto que la creación literaria debe ser libre, y sin cortapisas, pero si se utiliza para justificar un comportamiento social en el que los adultos abusan de los niños, se puede convertir en material ofensivo. En cualquier caso, ya decía Ted Bundy que gran parte de sus asesinatos de chicas universitarias se debía a su debilidad por el porno.
Pero en España es cierto que la convivencia en determinadas circunstancias ha empezado muy pronto. En general los chicos de 13 años no parecen preparados para un acceso carnal que cambia su carácter personal y su estatus. En casos imposibles se debería hacer una dispensa, pero en la norma, debería aumentar la edad para otorgar el libre consentimiento y además unificar la mayoría de edad.
La mayoría de edad
Si alguien es mayor para tener relaciones sexuales, debería ser mayor para votar y responder de los delitos que cometa. En cualquier caso ahora el Gobierno se conmueve al ver que los adolescentes no están preparados para otorgar el consentimiento sexual. El crimen lo ha puesto de manifiesto. Un crimen que se veía venir por el comportamiento del homicida, los antecedentes de su círculo íntimo y el inicio de una relación descompensada. Ha costado tres muertes, dos asesinatos y un suicidio. Como en América.
Ante la literatura de ficción y las muchas falsedades intelectuales, a los niños se les debe querer como hijos no como objetos de deseo. En este caso explícito, hace mucho que protestamos por conceder a los niños el estatuto de autoridad para decidir a los 13 años, mientras se les niega la capacidad de hacerse responsables. Según la Ley «progre» del Menor, los niños hasta los 14 años, son inimputables. Se trata de la misma ley que quiso todo el mundo fuera menor de edad hasta los 21 años, pero que por el escándalo ocasionado, no pudo al final desarrollarse.
En un mundo en constante evolución, donde los jóvenes a los catorce años son capaces de desarrollar las nuevas tecnologías mejor que los adultos, esta ley retrógrada les quita responsabilidad.
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