Ibiza
Mike Kennedy: «Ahora soy un rebelde con causa»
No se le cae la palabra gilipollas de la boca. Debe de ser su mantra, su particular forma de catarsis. Reconoce que le ha afectado la crisis (quizá ha perdido alguna inversión que tenía por ahí) pero no se confiesa arruinado: «No tengo mucho, pero no soy pobre».
«Dame un poco de amor» era el título de una canción de Los Bravos y además el de la película que, dirigida por José María Forqué, protagonizaron en el 68 los que en aquellos tiempos eran los reyes del pop-rock español, cuando el país aspiraba al posfranquismo. Aquello de «Black is Black», «Los chicos con las chicas» y «La motocicleta» sonaba a camino polvoriento hacia la libertad, o algo así. Mike Kennedy –cazadora de cuero negra, gafas oscuras de aviador, vaqueros muy ceñidos y cara esculpida a cuchilladas– era el duro del momento (el canallita) por el que suspiraban las nenas.
-De aquella película tengo recuerdos muy buenos –me cuenta Mike– porque aprendí mucho de Forqué, que era un hombre muy cariñoso y amable. La película era una especie de tebeo en el que nosotros vivíamos en un mundo de fantasía.
-Después hizo otra película...
-Sí, una con Florinda Bolkan y Stanley Baker, «Una serpiente con piel de mujer». Yo era el asesino.
-Le podía haber sacado más partido a aquella cara de malo...
-Cierto, pero yo entonces vivía mi vida de golfo en Ibiza y Formentera. Podía haber hecho más cine, pero era vago y gilipollas. Vivía un mundo de fantasía, como en la película de Forqué.
Mike se separó de Los Bravos en el 69 para cantar en solitario. El tema «Black is black» (negro es negro) se hizo realidad en el grupo: Manolo se suicidó después de que su mujer muriera en un accidente, luego también se quitó la vida la madre de Mike, y más tarde Tony, otro del grupo, en un accidente de moto en Madrid. No sólo el rostro de Mike estaba marcado. Ahora vive en Vitoria, porque una fan vasca, una fan del club de fans de Los Bravos de los 60, la groupie que no dejó de adorarle –aunque al final, como siempre pasa, se casara con otro–, le invitó a Vitoria para ayudarle a salir de una depresión. Mike dice que ya está bien gracias a Begoña, que le ha ayudado mucho, «pero no es mi novia; mi novia está en Mallorca». No quiere hablar de lo que le llevó a la depresión.
-¿Y qué hace ahora?
-He grabado dos temas para un disco. No sé si saldrá. Ya casi nadie se acuerda de Los Bravos, ni de Mari Trini... Este país es muy ingrato en ese sentido. Yo lo único que quiero es cantar. Me siento fuerte otra vez.
-Miguel Ríos está haciendo una gira de despedida...
-No me creo que se vaya. Es como los toreros: dicen que se van y vuelven.
Ahora, Mike es un rockero de 67 años que por las tardes pasea en bici dos horas o más por Vitoria y sus alrededores. Con casco y todo. Le esperan algunas galas en el verano y él sigue soñando con su resurrección. Reconoce que no tiene raíces, «nací en el Berlín oriental, ir de aquí para allá ha sido, y es, mi vida». Él no me recuerda, pero yo le conocí en los 60, cuando era un golfo simpático de noche y sed infinitas, cuando decía cosas como «en la música no es oro todo lo que reluce; hay días en los que tu mejor amigo es el minibar de tu habitación de hotel».
-Tiró el dinero, tiró las oportunidades...
-Era muy joven y muy gilipollas. No supe guardar nada.
-¿Y se arrepiente?
-No, para nada. Nadie puede quitarme lo bailado. He vivido como he querido, equivocado o no, y no me arrepiento de nada. He gozado y he sufrido. Eso es vivir.
-Algo habrá ido dejando por el camino...
-La bebida y el juego. He dejado de ser golfo. Antes era un rebelde sin causa, ahora soy un rebelde con causa.
-¿Qué causa?
-Quiero seguir disfrutando de la vida.
Cree que la juventud de hoy no es muy diferente de la que él conoció: «Viven más rápido, pero son tan gilipollas como fuimos nosotros; el hombre es el único animal que tropieza más de tres veces en la misma piedra». No se atreve a decir que ahora es feliz, quizá porque sabe muy bien que la felicidad sólo es una dulce brisa que de tarde en tarde nos visita.
Aquellos locos finales de los sesenta
Los años sesenta daban sus últimos coletazos y Los Bravos se consolidaban como el grupo de moda. Aprovechando el tirón de la banda, con una legión de seguidoras, en femenino, José María Forqué los llevó a la pantalla en 1968, después de que Javier Aguirre rodara «Los chicos con las chicas» un año antes. «Bring a little loving», tema principal de «Dame un poco de amooor», y que poseía un ritmo endiablado, se convirtió en un éxito.
✕
Accede a tu cuenta para comentar