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Orgullo

La Razón
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Como transitamos a diario de excursión por el abismo de lo políticamente correcto y las sensibilidades a flor de piel, digámoslo cuanto antes para que quede constancia en negro sobre blanco, aunque casi sonroja tener que explicitarlo: lesbianas, gays, bisexuales y transexuales deben tener los mismos derechos que cualquier otro ciudadano, faltaría más. Eso no es lo que se cuestiona, al menos desde este humilde zaguán abierto de par en par a la calle, sino que todas y cada una de las actuaciones de este alcalde (con perdón) presentan una pátina de clientelismo, amiguismo y sectarismo, dicho sea también con perdón. El Gobierno local está en su derecho de contribuir económicamente a la celebración del «Día del Orgullo Gay», igual que lo hace con la velá de un barrio o una exposición fotográfica, pero ¿cuál es el criterio para que ondee en la Plaza Nueva la bandera arcoiris y no otra de un colectivo que también lo solicite? ¿Por qué una asociación, que curiosamente premia al alcalde por su «apoyo», recibe dinero para organizar unas actividades criticadas por una entidad homosexual tan consolidada como Colegas, que entiende que contribuyen a fomentar los tópicos? ¿De verdad un «triatlón» compuesto de «lanzamiento de bolso, carrera de tacones y caza del bollo» ayuda a dignificar y visibilizar? Y afortunadamente la columna se acaba sin haber recurrido a ese manido salvoconducto de tener amigos gays...