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Menos demagogia
Cualquier país democrático concede 100 días de cortesía al Gobierno entrante antes de lanzarse a su yugular. Está claro que el nuestro es la excepción que confirma la regla, y también es la nación en la que la falta de pudor de quien acaba de abandonar el Gobierno alcanza límites insospechables. Los socialistas tienen la cara dura de criticar las medidas adoptadas por Rajoy cinco días después de llegar y que no son sino la consecuencia de la herencia dejada por ellos.
Nadie que hablara desde la honestidad y el rigor intelectual osaría afirmar que con otras cifras de déficit –un 6% en lugar de un 8,2%- el Presidente habría aprobado una subida del IRPF. Porque no la tenía en mente y porque es contraria al ADN de las políticas liberales. Por lo tanto, si lo ha hecho, es porque quienes se han ido no le han dejado otra oportunidad y quizás lo supieran. Pero también ha tomado otras que son positivas y que casi nadie destaca porque no interesa. ¿Por qué no se titula con la decisión de respetar a los más débiles: pensionistas y parados? Toda la campaña electoral tuvimos que escuchar a Rubalcaba afirmar que el PP tocaría el subsidio de desempleo y no lo ha hecho. Este Gobierno recién estrenado también ha anunciado una rebaja del 20% en las subvenciones a partidos políticos, patronal y sindicatos. Unos dirigentes que permanecieron inaudibles los últimos años en los que se perdieron casi tres millones de puestos de trabajo o se congelaron las pensiones ¿van a vociferar ahora porque les han quitado dinero a ellos o por una subida de impuestos con la que ellos están de acuerdo? España no está para hacer demagogia y sí para que rememos todos en al misma dirección si no queremos volver a la situación de angustia de los últimos días de Gobierno socialista.
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