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Los hombres que sabían demasiado por Javier Ors
Es una nueva Guerra Fría. Un telón de acero de asesinatos. El Berlín soviético de hoy es el Teherán de Ahmadineyad. El espionaje siempre ha sido un teatro de engaños y muertes, aunque ya no es esa estética de gabardinas y rostros rotos de John Le Carré, sino una tecnología modernizada de bombas lapa y controles remotos. La ojiva iraní es la clave gótica de esta trama. Ahmadi Roshan es su cuarta víctima. El conocimiento siempre ha sido un arma peligrosa. Y él sabía demasiado sobre programas nucleares y enriquecimiento de uranio, igual que los otros tres científicos liquidados en los dos últimos años. La mejor forma para detener a una nación, de devolverla a las épocas del Kalashnikov, es dejarla sin sus expertos diversos, sin sus intelectuales de ciencias y letras. Irán acusa a Israel y EE UU de manos negras, de instigadores en la sombra. La geoestrategia siempre ha sido una telaraña de difícil equilibrio. En Oriente Medio ya existen bastantes barriles de pólvora para añadir uno más. A estas alturas, ya saben todos que un ataque convencional sólo es un retraso en el calendario. Mejor matar a los cerebros, a los físicos, que ésa es una demora sin remedio. Además, la muerte siempre asusta. Y si se aplica a distancia, mucho más.
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