Cataluña
El valor de una misa
La pasada semana el Parlamento catalán estuvo movido. Aprobó primero una resolución que considera irrenunciable la independencia. No sirve para nada pero evidencia que Artur Mas seguirá agitando las veleidades independentistas. Acto seguido aprobó constituir una comisión para estudiar un nuevo sistema de financiación. La aspiración nacionalista de acercar la financiación catalana al sistema vasco dio su primer paso. Se cuidaron las formas porque se aprobó bajo el eufemismo de pacto fiscal, versión catalana de concierto económico. La Comisión sentará las bases para negociar con el Estado a partir del 2012. O sea, con el nuevo Gobierno que surja de las generales. La sorpresa: el PP se abstuvo. Contemporizó.
¿Se imaginan que esto lo hubieran dado los socialistas? Zapatero entraría, con honores, en el altar del «mal español» por azuzar la insolidaridad catalana. Volvería el «España se rompe». Rajoy y Arenas se envolverían en la bandera denunciando aquello de «y qué quieren ahora estos catalanes». Pero, la realidad es otra, bien distinta. Es el PP quien apoya que Cataluña pueda recaudar, gestionar y liquidar todos los impuestos. Por mucho menos, los populares pusieron el grito en el cielo contra el Estatuto, lo llevaron al Constitucional, Rajoy se rasgó las vestiduras, se recogieron firmas contra Cataluña y Aznar habló de miniestados.
Ahora, sordina. ¿A qué obedece este cambio? ¿Antes todo era mentira y exageración? ¿Es el precio de un puñado de votos? Enrique IV dejó una frase para la historia. «París bien vale una misa». Para llegar al trono de Francia fingió convertirse al catolicismo. Le daba igual la religión mientras pudiera acceder al poder. Perdonen, pero me asalta una duda. ¿Rajoy piensa que La Moncloa también vale una misa?
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