Murcia

OPINIÓN: Lo infraleve

La Mona Lisa del pintor Marcel Duchamp
La Mona Lisa del pintor Marcel Duchamplarazon

Thierry Davila, en su ensayo De l'inframince. Brève histoire de l'imperceptible de Marcel Duchamp à nos jours, reconstruye una de las líneas de progresión de la historia del arte más fascinantes, pero al mismo tiempo más desatendidas hasta el momento: aquella urdida a través de gestos leves, «apenas» insinuados en el campo de visión, en el umbral de lo invisible. Se trata de expresiones tenues, sin casi espesor, que prueban a imponer su ligereza como motivo de singularización en un determinado campo escópico. Apostar, en este sentido, por lo «infraleve» –que es el término acuñado por Duchamp para caracterizar esta «filosofía de lo tenue»- constituye una de las formas más radicales de contracultura que se puedan concebir en la actualidad, en tanto en cuanto nada se descubre si se describe el panorama presente como uno gobernado por la ley del más fuerte, y, por ende, por un régimen de máxima visibilidad. La máxima que rige la iconosfera contemporánea es ocupar el mayor espacio visible, a fin de de hacerse más presente a los ojos del espectador – consumidor. Por cuanto cualquier acción que suponga trazar una línea divergente con respecto a este principio rector no se puede calificar sino de actitud disidente.
¿Cómo si no se puede caracterizar la actitud de artistas como Gordon Matta-Clarck, Francis Alys o Grabiel Orozco, quienes, en algunas de sus obras, se han limitado a transformar un mínimo detalle de un contexto, de suerte que su gesto se pierde literalmente entre el enorme número de impactos visuales que compiten en él? Vivimos en una sociedad que no está acostumbrada a intuir, a desvelar, a lanzar miradas periféricas que rescaten tantos y tantos detalles de nuestro campo de visión. Nos gusta lo grande, lo fuerte, lo central, aquello que, en definitiva, tiene capacidad de delimitar un territorio fuerte para la mirada. Pero, a día de hoy, precisamente por hallarse todo volcado hacia lo demasiado evidente, los únicos intersticios que tiene el artista a su disposición para plantear estrategias de cuestionamiento es ese «apenas» de lo menos visible que permite entender la revolución –un concepto tan monumental- como el conjunto de pequeñas y casi inadvertidas transformaciones que suceden en el plano de lo cotidiano. La musculatura ya no sirve para nada –sólo contribuye a expandir un sistema sustentado en en el primado de la fuerza y la centralidad. La alternativa está en los gestos infraleves.


Pedro Alberto CRUZ
Consejero de Cultura y Turismo