Historia

España

Integrar no destruir por José María Marco

La Razón
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La fantasía de la reforma del Valle de los Caídos habrá sido de las más persistentes del presidente del Gobierno en funciones, hasta culminar en el gesto, que parece un ataque intenso de narcisismo adolescente, de convocar elecciones un 20 de noviembre. El caso es que diez días después del 20-N, «resignificado» como la defunción del zapaterismo, la Comisión nombrada para dicha reforma hizo públicas sus conclusiones. El dictamen puede dar pie a una acción que no olvide ni rompa con la historia, ni siquiera la más reciente, sino que venga a continuarla, rectificada en lo que sea necesario.

El dictamen subraya un hecho que debería ser obvio, como es el deterioro del recinto monumental. La dejadez de décadas debe terminarse. El Valle de los Caídos es un monumento importante de por sí. Como recinto donde descansan los restos de 33.847 españoles muertos a raíz de la Guerra Civil, el Valle de los Caídos es sagrado.

Nuestra dignidad como españoles, como ciudadanos, como personas, requiere que el gobierno que representa a todos tome a no mucho tardar las medidas que acaben con esta situación. Casi todas están expuestas en el dictamen. Hay algunas impracticables, como la remoción de los restos de Francisco Franco. Es verdad que la tumba de Franco cambia el sentido de memorial de las víctimas de la guerra que tiene el Valle de los Caídos, pero también es cierto, como el dictamen reconoce, que todo el recinto está impregnado de ideas de la época. La historia no se cambia. Y como dice el dictamen, conviene «explicar, no destruir».

De ahí el interés del futuro museo: museo del significado del conjunto, no sólo de una parte, porque no se trata de compensar el recinto con otra «narrativa». Por ejemplo, la cruz del Valle de los Caídos no se levantó porque Franco era católico. Se levantó para recordar que en los años treinta se quiso suprimir el catolicismo en España. Hoy puede tener otro significado, pero ese designio, que se llevó por delante a otros 7.000 españoles, también forma parte de la historia del monumento.

El eje de todo el recinto son los restos de quienes descansan ahí, y su recuerdo. La propuesta de hacer públicos en la explanada los nombres de las 21.423 personas identificadas es una excelente idea, como lo es investigar e ir haciendo públicos los nombres de los demás. Lo mismo debería ocurrir, por otra parte, con los enterramientos irregulares que todavía existen repartidos por toda España. El gobierno del PP no puede volver la espalda a esta herida abierta. El dictamen trata también del coste del proyecto y reconoce que será alto. Sin embargo, hay asuntos de orden nacional por los que vale la pena hacer un esfuerzo, sin contar con algo no desdeñable, como es la actividad que generará un monumento digno: restaurado, inteligible y en la medida de lo posible, integrador.