Estados Unidos

«Cada vida que se salva es un éxito»

El Doctor Germá Lluch es uno de los oncólogos más prestigiosos de nuestro país. Treinta y cinco años como profesional le permiten conocer a fondo el mundo de la medicina y le autorizan para denunciar en su última novela «Dioses de bata blanca» la ambición desmesurada de algunas empresas farmacéuticas que condujeron a la pérdida innecesaria de miles de vidas.

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«Dioses de bata blanca» (Planeta), es su primera novela y la define como una historia de ficción llena de verdades. ¿Cuáles?
-Hace apenas una decena de años, un fármaco poco probado produjo alrededor de 75.000 muertes en Estados Unidos. Esas prisas por acortar los tiempos de aprobación de los medicamentos hacen que sólo se comprueben los efectos secundarios agudos que producen, no los tardíos. Y eso es lo que denuncio en el libro que, como digo, es una ficción basada en hechos reales.

-Para ello enfrenta a dos oncólogos muy distintos, uno que podíamos definir como un devoto de lo nuevo y otro más convencional. ¿Cuál sería el mejor?

-Como es lógico en una novela se trata de dos estereotipos. El buen oncólogo es el que casa ambas condiciones, el que sabe perfectamente cuáles son los mejores tratamientos para el paciente y, cuando no es suficiente, busca ensayos terapéuticos específicos para cada individuo. Es decir, aquel que no busca pacientes para hacer ensayos sino que ensaya para curar a cada paciente.

-¿El oncólogo tiene que estar por encima del desánimo?

-Hay dos cosas que un oncólogo no puede permitirse: la primera es ser un tipo triste, tener un oncólogo triste debe ser horrible para el paciente, y la segunda caer en el desánimo. En los cuarenta años que llevo haciendo oncología, cada vida que se salva es un éxito que sobrepasa con creces la pena por la pérdida de un paciente. Cuando yo empecé en esta profesión teníamos un 30 o 35 por ciento de curaciones y en este momento estamos por encima del sesenta, es obvio que ese veinte por ciento más tiene que producirnos alegría y esperanza.

-¿Muchos cánceres de entonces se habrían curado ahora?

-Sí. El ejemplo más espectacular es el de los tumores infantiles. Hace treinta y cinco años cuando llegaba un niño con leucemia sabíamos que iba a morir pronto. Hoy en día se cura el 80 por ciento de los casos. Y lo mismo ocurre con otros tipos de tumores. Desde entonces hemos caminado mucho, no sólo en curaciones, también en la calidad de vida de los enfermos.

-¿Podíamos decir que su novela es un libro de denuncia?

-He pretendido que fuera un aviso para navegantes. Decir: «Señores, las cosas hay que hacerlas muy bien si queremos seguir avanzando de forma segura en la aparición de nuevos fármacos que mejoren el tratamiento del cáncer».