Consejo de Ministros
Barcelona se protege de la violencia de los antisistema
La imagen de unos bomberos rescatando del monumento de Colón de Barcelona a unos turistas que se habían quedado atrapados me hizo retroceder –y creo que no soy el único– unos cuantos años, a cuando la Guardia Urbana paseaba a caballo o hacía malabarismos en sus motocicletas. Era la imagen de una ciudad en la que nunca pasaba nada (nada desagradable) y en la que las turistas tenían una melacolía europea. El eslogan era: «Barcelona, ciudad alegre y confiada». El tiempo ha pasado, la confianza se ha perdido y el paisaje urbano se transformó en un frágil sistema de convivencia en el que cualquier tribu podía imponer su ley por la fuerza, o quitarla, como es el caso. Por ejemplo: los antisistemas han conseguido la suspensión del Tratado de Schengen. Hablamos de un derecho: la libre circulación de ciudadanos por las fronteras de la UE. Tal vez no había otro remedio después de los actos vandálicos de las últimas manifestaciones, pero todo derecho democrático derogado es una victoria para quienes creen que el «sistema» muestra su «verdadero rostro» –siempre brutal– cuando actúa en legítima defensa de los ciudadanos.
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