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«Indignados» a sus anchas

Los «indignados» han convertido el Paseo del Prado en un vertedero, ya que, según afirman algunos vecinos de la zona, los alrededores del Museo del Prado «está asqueroso, huele a orines y la imagen es lamentable».

Cibeles, Callao, Preciados, el Paseo del Prado... Los «indignados» camparon ayer con absoluta impunidad por el centro de Madrid
Cibeles, Callao, Preciados, el Paseo del Prado... Los «indignados» camparon ayer con absoluta impunidad por el centro de Madridlarazon

El aspecto que presentan las calles afectadas es preocupante, lleno de pintadas, y el suelo está cubierto con restos de sus pancartas, carteles y lonas. Todo ello cerca de una zona infantil de columpios, además de una ducha «portátil» hecha con lonas y palos, en la que reina un cartel que advierte: «No W.C.». Una señora que paseaba por la tarde se paró sorprendida para reprender a los acampados. «¿Pero éstos no se habían ido ya? Tienen esto hecho una guarrería», dijo la mujer. A las 20:00 horas iniciaron una concentración que partió desde Neptuno hasta las Cortes –por Alcalá, Gran Vía y Sol–, sin el requerido permiso de manifestación que otorga la Delegación Provincial, como viene siendo costumbre en el movimiento. A la altura de Callao, los comercios cerraron antes de su hora de cierre habitual y algunos con los clientes aún en su interior. Finalmente llegaron a Sol, donde leyeron un comunicado, y más tarde fijaron rumbo hacia el Congreso, del cual regresaron a Neptuno a las 22:00. Sin embargo, esta concentración «espontánea» tuvo como precedente la situación vivida por la mañana. Sobre las 7:30, agentes de la Policía Nacional desalojaron a medio centenar de personas que llevaban acampadas tres días en el Paseo del Prado, ya que estaban cortando el tráfico de la Carrera de San Jerónimo. Varios representantes del movimiento habían planeado acudir a las 13:30 horas a las escaleras del Congreso de los Diputados con el fin de leer un manifiesto. A pesar del despliegue policial, algunos «indignados» consiguieron traspasar el cordón y una joven, Borena Jávega, entró en el Congreso para posteriormente dejar en el registro un escrito de 17 páginas.