El Cairo
La protesta de los hombres quemados
Un hombre se roció con gasolina y se prendió fuego ayer por la mañana frente al parlamento egipcio, en El Cairo, en protesta por una disputa sobre el pan subvencionado por el Estado, pero salvó la vida gracias a un policía que apagó las llamas.
Se llama Abdo Abdelmanam Yafar, tiene 49 años, y sus disputas con la autoridad sobre los precios de los productos básicos le han llevado al cierre de su pequeño restaurante. Pocas horas después, otro hombre llevó a cabo la misma acción en Mauritania, junto al palacio presidencial, en protesta por la supuesta discriminación del Gobierno contra su tribu, y fue rescatado también por un agente de Policía. En los pasados días, hasta 4 personas han intentado quemarse «a lo bonzo «en distintas localidades de Argelia, todas por motivos relativos a la falta de empleo o de vivienda.
Estos nuevos «mártires», como ya se les conoce en la región, tienen poco en común, salvo ser hombres desesperados por sus condiciones económicas y frustrados por las injusticias que sufren en sus respectivos países. De diferentes edades, ricos y pobres, estudiantes y empresarios, decidieron suicidarse prendiéndose fuego, para llamar la atención sobre la dramática situación que viven los ciudadanos del norte de África, con elevadas tasas de pobreza, analfabetismo, desempleo, y unos gobernantes que no les garantizan condiciones de vida dignas ni les ofrecen perspectivas de futuro.
Y todos han seguido el ejemplo de ese primer joven tunecino que se quemó a lo bonzo el pasado 17 de diciembre en Sidi Bouzid, dando comienzo a las violentas protestas que desembocaron en el derrocamiento del presidente Zin al Abidin Ben Ali, el pasado viernes.
Desde entonces, el temor a un efecto dominó recorre el Magreb y Oriente Medio, donde la mayor parte de los países están gobernados por regímenes autocráticos y represivos, encabezados por longevos dictadores que se resisten a abandonar el poder, tal y como ocurría en Túnez.
El régimen egipcio ha sido de los primeros en echarse a temblar, por sus semejanzas con el tunecino y después de las manifestaciones en apoyo a la revolución en ese país, y, especialmente, los eufóricos mensajes que recorren las redes sociales vaticinando que el próximo en caer será el presidente Hosni Mubarak. El Gobierno egipcio se apresuró a reconocer los acontecimientos de Túnez y aceptar la voluntad de su pueblo, sin dar muestras públicas de preocupación ni de miedo. Asimismo, desde el viernes han sido varios los ministros que han asegurado que no habrá un contagio de la revuelta a Egipto, donde Mubarak lleva en el poder 30 años, protegido por la declaración del Estado de Emergencia que restringe las libertades públicas, y parece no tener intención de abandonarlo pronto.
Mubarak, en la cuerda floja
En Egipto, donde el 40% de la población vive en la pobreza, la subida de los precios de los alimentos podría ser la principal causa de una revolución popular.
El vital pan, subvencionado por el Gobierno, base de la alimentación de la gran mayoría de los egipcios, ya ha sido motivo de protestas, las últimas en 2008, cuando murieron varias personas. Aun así, por el momento no han habido importantes manifestaciones en el país, a pesar del gran aumento del precio de algunos productos, como los tomates, el aceite o el azúcar, que han cuadruplicado y quintuplicado su valor en los últimos meses.
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