Portugal

La muerte de Sócrates

La Razón
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La democracia ateniense condenó a Sócrates a beber una copa de cicuta acusado de corrupción de menores y de no respetar las creencias de su ciudad. Pudiendo escapar de dicha condena, declinó hacerlo por encontrarse viejo y por pensar que desobedecer las leyes dañaría por siempre su imagen de hombre virtuoso. Ciertamente, la suerte de Sócrates no era sólo resultado de una inquina especial de su ciudad contra él. Estaba alimentada por la provocadora actitud de éste, que con sus razonamientos públicos no perdía ocasión para hacer ver a sus conciudadanos su ignorancia y su falta de verdaderos valores. José Sócrates, primer ministro socialista en funciones de Portugal, fue derrotado de forma humillante en las elecciones del domingo. Sin ser un sabio, como el maestro de Platón, Sócrates desafió a la democracia portuguesa con su estilo agresivo, sus promesas falsas y su pasión por llevar al límite la situación de su propio país. Venció en las elecciones de hace dos años prometiendo un bienestar sostenible frente al discurso de su adversaria, Manuela Ferreira Leite, que se había empeñado en una política de la verdad que hablaba de una grave situación económica.

Los portugueses se engañaron, y ganó la promesa de un bienestar sin graves ajustes sobre el programa sombrío de los recortes necesarios. Dos años después, y tras una década de estancamiento económico, Sócrates buscó hacer responsable de la situación económica a la oposición bajo el chantaje de que, si no apoyaba por cuarta vez al Gobierno en sus planes de recorte del déficit público, convocaría unas elecciones que debilitarían la credibilidad del país y llevarían a la intervención del directorio europeo y del Fondo Monetario Internacional. Así fue. Cuando Pedro Passos Coelho, el todavía inexperto líder del PSD, se abstuvo de apoyar por cuarta vez al Gobierno, Sócrates dimitió forzando el adelanto electoral. El Sócrates portugués buscó de esta manera hacer culpable a la oposición del rescate e intervención de la economía del país.
A diferencia del Sócrates ateniense, el portugués pensó que la cicuta la debía beber la oposición. Se presentó a las elecciones como el defensor de Portugal frente a los que habían abierto sus puertas al enemigo, pero los resultados le han condenado y su muerte política es desde anoche un hecho.