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Prima de quién por Ángela Vallvey
Mi madre dice que hay que comprar magdalenas. Me niego en rotundo. «Tú aquí tienes Acciones de Voto Limitado», respondo impasible, «desde que entraste en el Sistema Monetario de esta casa no haces más que pedir. Durante la fase expansiva de nuestra economía te solté ríos de Fondos Estructurales, pero con el cambio de ciclo, se acabó, buena mujer. Anda, barre un poco para entretenerte». Ella insiste: magdalenas, blá blá. De una manera maligna e inconfesable, me alegra que no haya leído a Proust. «Estás teniendo un impacto muy negativo en esta fase contractiva del ciclo económico del hogar, hasta que no crezcas entre 7 y 9 puntos porcentuales y dejes de generar estancamiento e inflación tú no te comes ni una magdalena ni un rosco. Pero no te preocupes, que a tu edad…» Mi progenitora sufre un desplome bursátil de tez. Bueno: un «crash» por todo el morro. «¡A mí, pucheritos no, no te me pongas contracíclica que me mosqueo más!». Su frustración comienza a experimentar un crecimiento negativo y relajo mis coyunturas, pero la alegría dura poco ante la evidencia de sus «business fluctuations». «¡Magdalenas, nanay!», digo. Le hago un resumen ejecutivo del contexto, para evitar una situación concursal. Nada. Me pongo corta en la bolsa. De la compra. Yo quisiera adquirir sus lloricas «Hedge Funds», pero es que no me sale de los «Warrants» ahora mismo. «Mira, como estás en posiciones muy bajistas, –no, no me refiero a tu estatura– voy a comprar tus acciones. Pese a que tus futuros de jubilada tienen fecha de vencimiento… Y no me vengas con que la culpa no es tuya, sino de la prima de riesgo». «¡¿La prima de quiéeen…?!», pregunta alarmada, mirando alrededor. (O sea).
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