Ciclismo

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«Contador es un marciano»

En el embrollo de gente y griterío que era la empinada meta de Nevegal, sol que se escondía entre nubes saturadas que poco tardaron en descargar, un continuo gotear bañaba la ceremonia del podio en el Giro.

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Un mismo cliché diario, que bien podría grabarse y poner a reproducir en ese instante en el que el rosa se funde con el moreno color de piel, cada día más tostado por los rayos incesantes del astro rey que iluminan a Alberto Contador. Entonces aparece Fran, el hermano mayor, ojos abiertos como platos, impresionado tanto o más que Paco y Patricio, los dos «colegas» de Alberto que llegaron el viernes al Grossglockner para ver triunfante al amigo del pueblo. Comparten abrazos con Jacinto Vidarte y con Faustino, su gente, la gente de Alberto, que otra vez, una más, les ha maravillado con su triunfo. «Es que no me deja de sorprender», acierta a decir Fran, incrédulo por lo que su hermano acaba de hacer. ¿Qué te impresiona a estas alturas?, se le interroga: «Lo que hace es muy difícil, aunque parezca que no es así».
No lo parece, en efecto, porque todo lo que recorre las piernas de Contador, causa y consecuencia de sus victorias, pedaleo efímero y fugaz encriptado sobre un cuerpo que sufre, «muchísimo», testifica Alberto, cuesta.

Sin embargo, disfruta como pocas veces, «de las que más en mi vida», se confiesa por superior, rey de corona dorada y creciente, agrandada. Brilla una vez más en un alto, otro de los siete de este Giro que está hecho para él; pero que, aún así, no deja de deslumbrar incluso a sus más allegados. Dice Fran que no le recuerda nada semejante, a este nivel, salvo la crono que en el Tour del 2009 dejó a Cancellara mudo por tres segundos y acarició con manos seguras su segundo Tour, el más difícil por presión interna cuando compartía maillot y equipo, que no compañerismo ni relación, con Lance Armstrong. «Es una barbaridad», dice Fran cuando le ve subir al podio, en absoluto silencio, y Alberto extiende el brazo al cielo. Mira arriba, azul, desde donde los marinos ojos de Xavi Tondo le estaban vigilando para que le ganara una etapa. Va por ti, Xavi, le dice, callado Contador.

Y el otro Contador, el mayor, llora, emocionado. La rabia y el sentimiento de un amigo que se va y de un familiar que sufre, que se agiganta y arrasa otra vez, la enésima. Decía Alberto en marzo que nunca volvería a ser el mismo. Mentira. Lo es, más que nunca, puro ganador de sangre rabiosa y caliente. Muerde y arrolla. Tiene a los enemigos desolados. «Es un marciano», dice Nibali, desesperado porque en el primer punto intermedio de la cronoescalada sometía al madrileño a su reloj, con trece segundos de adelanto. Esperanzas. Sueños gratuitos que se desvanecieron media decena de kilómetros después, frente a la piel rosa y levantada, bailona como en sus mejores tardes de toreo. Contador, el matador del Giro. En las rampas más duras, 47 segundos a Nibali. Allí se creció y voló hasta la meta, fantástico. Gigante Contador.

El mecánico de Alberto, expulsado
Faustino Muñoz, mecánico del Saxo Bank y de Alberto Contador en particular, fue expulsado del Giro «debido a un comportamiento incorrecto», según reza el comunicado oficial. Muñoz abrió la puerta del coche durante la cronoescalada golpeando a un niño. Angelo Zomegnan y el jurado viajaban detrás y lo vieron. Al acabar la etapa, Faustino y el propio Contador se disculparon. El mecánico dijo que fue «accidental», pero no se libró de la expulsión. Muñoz, por lo que se comentaba «entre bastidores», estaba nervioso desde la etapa del Zoncolán, en la que los «tifossi» abuchearon a Alberto e incluso le tiraron huevos. Faustino se quedará a partir de ahora en el hotel limpiando bicicletas, mientras Alejandro Torralbo, que desempeñaba esta labor dentro del equipo, se incorporará al coche del Saxo Bank Sungard.