España

Soberanía por Ángel Tafalla

La Razón
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Recuerdo lo que me molestaba cuando en alguna de las múltiples reuniones militares de la OTAN a las que tuve que asistir, algún representante nacional establecía en público su posición con la fórmula: Alemania o Francia o el país que fuera, no acepta la propuesta... Esta fórmula grandilocuente muchas veces ocultaba opiniones personales o falta de estudio por su parte del acuerdo propuesto. Pero una vez pronunciada tenía mal arreglo, pues parecía que toda la nación del representante tendría que rectificar su posición. Habíamos topado con la soberanía y lo que previamente, en un pasillo, o en un vis a vis, se hubiera podido arreglar –transigiendo un poco todos– se mostraba difícil de solucionar.
De aquellas experiencias proviene mi aversión a las pomposas alusiones a las soberanías nacionales.
La opinión pública española está siendo bombardeada con amenazas de pérdida de soberanía, eso sí, en sólo un campo, –importante, pero no único– el económico, propio del ámbito de nuestra moneda común, el euro. La situación es grave y no existen precedentes de tratar de unirse por una moneda única sin una política fiscal y laboral común. Y encima lo que se nos ofrece, no es adherirnos a esta hipotética politica común sino más bien adoptar unilateralmente la alemana, sin que otros países –especialmente Francia– muestren signos de hacerlo.
Pero hay otra faceta de la soberanía nacional que no parece preocupar a casi nadie por estas sufridas tierras nuestras. La de ser capaces de defender con las armas nuestros intereses en el ámbito internacional. La de mantener unos ejércitos y una Armada creíbles.
Hay evidentemente unas naciones más ricas que otras. La manera más aceptada de medir esta riqueza suele ser el PIB. Unas naciones dedican a su defensa exterior más fondos que otras, pero ninguna de las que nos pudieran afectar dedica tan poco –porcentualmente– como España. Un país que produce una riqueza X destina un porcentaje determinado a su defensa, nosotros menos del 0,6 %. En eso sí que somos campeones mundiales. No es que esto sea mucho o poco dinero –que eso depende naturalmente del tamaño del país– es que nadie tiene una visión tan idílica ¿ilusoria? de la seguridad internacional, que le permita defender tanto con tan poco. Desde luego que si el PIB español decrece, el presupuesto de Defensa, lógicamente, tambien, pero aquí pasan otras cosas peores.
Nos hemos acostumbrado a que otros nos defiendan. Pero como deberíamos haber aprendido con lo del euro, no existen viajes gratis total, el «free rider» anglosajón; tarde o temprano, te lo cobran. Esto de que te defiendan otros tambien es pérdida de soberanía y en los tiempos que se avecinan para Europa y el mundo globalizado, además, una pérdida de sentido común.
Pero a casi nadie parece importarle excesivamente todo esto.
El Ministro de Defensa ha hecho votos de basarse en un documento del JEMAD denominado Visión 2025 para proponer el tamaño –es decir la reducción– que deben tener los ejércitos. Este documento, ha sido filtrado parcialmente a un medio y a un periodista determinado, práctica habitual desde los tiempos del PSOE, con fines probablemente partidistas y oscuros; quizás sea porque el ámbito cercano al ministro no ha cambiado después de las últimas elecciones. Este documento razona, partiendo de una serie de escenarios de seguridad posibles, la estructura de fuerza propia que sería necesaria. Los niveles de fuerza propia resultantes se consolidan –que no se suman– a través de otras hipótesis sobre las probabilidades de simultaneidad de los escenarios contemplados.
En mis destinos OTAN y nacionales he trabajado con varios documentos de parecida estructura y puedo asegurar a los pacientes lectores que la clave de la efectividad de los mismos está en la verosimilitud que el superior político quiera adjudicar a dichas situaciones de planeamiento o escenarios. Me temo que con la clase política que tenemos, no es que se les otorgue mas o menos verosimilitud, es que no se les va a prestar ni atención. O mejor dicho, la tabla de reducciones que sin duda incluye, se va a cumplir a rajatabla; pero la de adquisiciones y transformaciones se demorara sine die, mientras el porcentaje del PIB dedicado a la Defensa se deteriora más y más. Esto ha pasado ya y no hace falta ninguna «Visión» especial para pronosticar que se repetirá.
Entre las reducciones filtradas, está la disolución de dos brigadas del Ejército de Tierra. En esta filtración no están incluidos recortes en los otros dos ejércitos, aunque probablemente tambien se propongan en el documento importantes reducciones en el número de fragatas y aviones de combate. Simetría esta en los recortes, irracional desde el punto de vista operativo, pero práctica habitual a nivel político. La disolución de estas unidades y la reducción de 15.000 efectivos militares acarrearan problemas importantes y sobre todo no serán rápidas, requiriendo, paradójicamente, el efectuar gastos inmediatos para alcanzar un ahorro futuro. Escenario incierto y preocupante en el que sólo hay una certeza: con el 0,6% del PIB dedicado a su defensa exterior, España se encamina hacia otra pérdida de soberanía que en unos años –quizás no excesivos– se mostrará tan amarga como la del euro.